Cuando era muy pequeño,
mi hermano mayor dejó a mis padres perplejos un día que soltó por
aquella boquita de apenas cuatro años un eslogan político: “¡Vota
a Felipe González!”. Ha sido una historia muy cacareada y muy
reída en las sobremesas de mi familia durante décadas. De fondo a
esa anécdota observo una contexto político muy concreto: imaginemos
cuál no sería el bombardeo propagandístico de entonces con la figura de González para
conseguir colar esta frase en el cerebro de un pequeñín que no sabía
ni lo que es votar, ni quién diantres era Felipe González. Cosas de
la comunicación política, un ejemplo de éxito.
Actualmente el partido
que entonces lideraba González hace aguas. Han pasado de buque
insignia de la izquierda española, a barcaza a la deriva que hace
mucho tiempo que ya no vira a la izquierda. El perfil de la izquierda
en el imaginario colectivo ya no encaja con aquellas chaquetas de pana
que se ponían los socialistas en los mitines. Los mismos que hoy
viven en la Moraleja y tienen a banqueros por vecinos. Ahora hay
nuevas caras en el lado izquierdo del candelero político, y sin
embargo se observa cierta tendencia a repetir los mismos errores del
pasado desde la ciudadanía. Si mi hermano tuviera hoy los cuatro
tiernos años que tenía en 1986 igual no decía “Vota a Felipe González”, pero
puede que soltara “Vota a Pablo Iglesias”. ¿El problema de
fondo? A mi juicio, un exceso de personalización de una causa
puramente política, un líder endiosado y un bombardeo mediático que a veces deja poco margen de maniobra para el análisis político serio basado en la ideología.
Podemos no es Pablo
Iglesias. Cuanto antes entendamos esto, más podremos observar y comprender la
propuesta real de este nuevo grupo político. Particularmente he
decidido darles el beneficio de la duda, es más, me parece que su
programa tiene sentido. Claro que a la vez observo esta
desconcertante situación donde la atención está tan centrada en
las acciones, indicaciones y declaraciones de una persona concreta,
y al hablar con la gente me da la sensación de que muchos de los que le ven o escuchan en el prime time de los medios
de masas pueden considerar que ya lo saben todo de Podemos solo por
verle a él decir su opinión. Si nos centramos demasiado en la
figura no llegaremos al mensaje que trata de transmitirnos todo lo
que ésta tiene detrás.
En este país somos pocos
dados a la lectura, supongo que con esto no revelo ningún secreto de
sumario ni de Estado. Tampoco hemos sido grandes amigos del análisis político
tradicionalmente hablando, incluso se podría decir que hemos sido demasiado laxos en lo que a nuestra formación política se refiere, y hemos pagado por ello. Afortunadamente parece que vamos
despertando y observando el jardín en el que nos movemos, y si no
nos gusta lo que vemos incluso damos un paso al frente y lo decimos. La calle clama un
cambio y Podemos sugiere un rumbo para este cambio: ¿se va a quedar
el pueblo con lo que nos vendan a través de la televisión, o va a
ir al grano del asunto? Ese grano podría ser el programa electoral,
o los autores a los que se citan constantemente en el discurso de
Iglesias, podría ser el programa, podría ser la ideología.
Entiendo que cada vez hay más gente con una cultura política
elaborada, y precisamente por ello no nos podemos quedar a medias,
debemos entender que los líderes vienen y se van, cambian, triunfan,
fracasan, trasladan ideas, pero no son la idea en sí misma.
El PSOE es un buen
ejemplo: cambia de secretario general por motivos estéticos y de renovación,
pero sin haber defendido ni ejecutado una política de izquierdas
desde la transición, por lo que al votante de izquierdas se la pela
este cambio de cara y las estadísticas dicen de ellos lo que dicen
(las últimas, realizadas para Telecinco, sitúan a Podemos ya como
segunda fuerza política por enciam del PSOE). De Felipe es aquella
frase lapidaria que decía “hay que ser socialista antes que
marxista”, reinventando el socialismo para hacerlo encajar en su
proyecto de izquierda sistémica neoliberal. En este caso, como lo
dijo el líder y como se empezaba a diluir la politización de la
sociedad en favor de un entorno hiperconsumista que nos mantuviera
alejados de Engels o Gramsci, aquello era palabra sagrada. Las
consecuencias de aquel líder sobre-explotado las estamos pagando aún
hoy, y el PSOE más que nadie, porque entre tanta fanfarria
mediático-electoral, han perdido su marca ideológica, lo único
que puede trascender a todos los líderes que quieran poner, la
esencia misma de un partido y el color del alma de sus votantes. En
definitiva, nadie tiene ni idea de qué contenido ideológico hay
detrás del PSOE, y entramos en el debate estéril: ¿Marx? ¿Lenin? Parece que no... ¿Keynes? Quizás.
¿Keynes era de izquierdas o de derechas?... Oiga, por favor, no me
líe usted.
La izquierda española
vive un momento único de oportunidad para tomar por fin las riendas
de lo que vaya a pasar con el futuro de los pedazos que aún quedan
de este país. Esto es motivo más que suficiente para hacer muy bien los deberes y no caer en errores pasados. La derecha ha llegado al poder con fuerza y
determinación y ha mostrado su cara más dura arremetiendo contra
los trabajadores hasta límites que no habríamos sospechado. El
mensaje de izquierdas vuelve a calar en la gente aunque solo sea
porque el sentido común que siempre lo ha caracterizado, ahora es
un recurso en sí mismo contra la sinrazón imperante. Sigue mereciendo la pena defender los valores de la
izquierda, desde cualquier púlpito. Desde la muy respetable
historicidad de Izquierda Unida, desde el enlace con los valores
ecologistas de Equo, o desde la novedad y el experimento en nuevas
formaciones de Podemos. Así como en tantos otros colectivos nuevos y antiguos. Todo
vale si detrás hay ideas, hay convencimiento al margen de la
cabeza visible, de todas las personas que acorde a un criterio
formado en libertad y con independencia, comprendan y compartan lo
que les cuenta quien, en ese momento, haya asumido la labor de la
representación.
Desde aquí mi pequeño llamamiento a la sobriedad de un mensaje ideológico, aprovechando la ocasión para saludar y dar mi enhorabuena a todas las personas que componen Podemos en su base, que no son Pablo Iglesias pero son muy válidas y comprometidas, trabajan y defienden propuestas por encima de la dinámica mediática. Mi aplauso para ellos por intentar llevar a cabo el cambio. Mi aplauso a la izquierda por seguir adelante: a Podemos y a todas las izquierdas que reclamen un mundo más justo desde las diferentes perspectivas que el librepensamiento nos permite.
Alba Sánchez