lunes, 8 de mayo de 2017

Cartas a Uve. La madre

Esta es una carta complicada, Uve. Todo un reto. A veces es necesario tomar distancia para escribir algo meridianamente bueno y digestivo sobre temas de especial implicación sentimental. Esto lo aprendí del periodismo, y en ocasiones me resultó harto dicífil.

De la literatura aprendí lo contrario, aprendí a poner toda la carne en el asador, a impregnar cada palabra de afectividad, de sentir real, a transmitir algo más que información, a hacer llegar sensaciones y sentimientos.

Y hoy me encuentro en la tesitura de querer ofrecerte un punto intermedio entre mis dos pasiones y habilidades profesionales. Pero es que vengo a hablarte de la figura de la madre, y la implicación sentimental es total, la distancia muy corta, la afectividad total. Veremos a ver qué sale.

Para entender lo que es, y sobretodo lo que significa una madre no hace falta hablar de entrada del amor infinito (que lo hay), de la amnegación, del sacrificio. Todo esto existe en la figura materna, pero no es lo único que hay debajo de ese nombre. Tras el cartel de "mamá" hay, en términos biológicos, una mujer que gesta y pare. En términos humanos, una persona que cría, cuida, ama. ¿Te has fijado que en esos términos humanos, no es absolutamente necesario que la madre tenga sexo femenino? ¿Y que tampoco es necesario que te haya llevado en su vientre?

Hay mamás que son abuelas o abuelos, mamás que no llevaron a sus peques en la barriga, mamás que no lo son desde que sus hijos nacieron sino que se convirtieron más tarde a esa condición. Hay madres que son hombres. Madres que solo gestaron y parieron. Madres con título y sin él. Madres que no pudieron serlo. Hay madres, y madres.

No quiero liarte, pero si quiero que entiendas un poquito el mundo que habitas, será necesario hacerte un pequeño embrollo.

La madre es la autora de los días de cada uno. Es quien te entrega el testigo de la Vida de una u otra manera. Ya sea pariéndote, pasando por una cesárea en la que se juega la vida, recogiéndote en un horfanato, o incorporándote a su nido cuando la vida te da la espalda. La madre es el amor hecho persona. Y sí: es entrega, es abnegación, es -mucho- sacrificio.

Ser madre no significa ser perfecta. Mi madre no es perfecta. Yo desde luego no lo soy, y algún día te darás cuenta de ello. Mi madre es una mujer que muchas veces no ha estado en casa (como yo), por salir a trabajar o por otras cuestiones. Mi madre es una mujer que se encarga de tantas cosas que al final se ha convertido en una tremenda despistada (camino que parece que sigo yo también). Mi madre a veces prefiere descansar o salir con sus amigas que pasarse la mañana cocinando para nosotros. Otras veces se va y no nos deja hecha la cena. Alguna vez se olvidó de hacerme un bocata para el cole, o plancharme una camisa, o qué se yo... No siempre le dió tiempo a satisfacer todos los requerimientos que muchas veces volcamos sobre ellas.

Y ahora me alegro. Me alegro de que no siempre (aunque casi siempre) tuviese tiempo para mí, me alegro de que en algunos momentos pareciera que yo no fuese su absoluta prioridad (aunque en el fondo sí que lo era), me reconforta pensar que pudo hacer su vida dentro de la vorágime de responsabilidades que se te vienen encima cuando te conviertes en madre. Me gusta pensar que no todo fue abnegación para ella, que no todo fue sacrificio, que no todo fue difícil. Aunque ahora soy madre y se el reto al que se enfrentó, y sé que estuvo ahí aún cuando no me di cuenta.Y tengo claro que fue difícil.

Madres, las hay para todos los gustos, pero tienen en común una cosa: son personas. Tienen sus necesidades, quieren vivir su vida y quieren compartirla con nosotros, sus hijos. Pero también quieren echarse una buena siesta, también les da pereza tender la lavadora, quizás no les guste nada cocinar, o no sepan coser los tomates de los calcetines. Les gustaría tomarse un gin tonic en algún bar abierto hasta el amanecer sin hora de regreso, o fumar alguna sustancia ilegal y reír hasta reventar para soltar todo el estrés que acumulan. Son humanas. Y no por eso son peores madres. No nos quieren menos. Solo son humanas. Con sus necesidades, con sus dudas, con sus inquietudes, con sus proyectos y sus aspiraciones.

Cuando yo tenía unos seis o siete años, mi madre llegó un día muy feliz a casa mientras yo cenaba y me dijo, eufórica, algo que no comprendí: se había sacado el título de auxiliar de enfermería. Me sonó a chino y, probablemente, seguí zampando salchichas frankfurt mientras veía Barrio Sésamo.

Ahora tengo casi treinta años y lo entiendo perfectamente. Yo soy la segunda de sus hijos y con dos críos a la espalda, a mi madre se le había metido en la cabeza ir a mejor en su profesión, y había apostado por los cuidados hospitalarios, la que ha sido su profesión hasta hoy y el sustento económico principal de nuestra familia en muchas etapas de nuestra historia. Apostó por ella misma, y ganamos todos. Por fin entendí esa euforia, esa celebración tan merecida, ese tanto que le marcó una mujer a la maternidad tradicional.

Me da la sensación de que, escriba lo que escriba, no voy a dejarte claro lo que es una madre en unas pocas líneas llenas de letras. Supongo que entenderás lo que signifique para ti tu propia madre, como yo entiendo esa figura a través de la mía. Ese es mi particular reto. Ser a tus ojos una mujer libre, de mente inquieta, con hambre de aprender muchas cosas, con ganas de olvidar muchas otras, con mis miserias, con mis errores, con mis capacidades y mis límites, con mi pereza por tender la lavadora y mi ineptitud para coser botones. Con mi pasión por las letras y los viajes. Con mi mano inquierda. Con mi amor infinito hacia ti.

Afortunadamente, por defecto y en general todas las madres somos la mejor del mundo para nuestros cachorros. A veces pienso que no seré una madre tan estupenda como la que yo he tenido, pero como tengo claro que la mía es única, ni intento parecerme a ella. Me basta con las grandes lecciones que me ha dado y me dará sobre lo que es querer a tus hijos y hacer que se sientan queridos, respaldados, comprendidos y apoyados.

Y si el día de mañana observas a otras mamás y ves que no metieron a sus bebés en una furgo y se largaron a recorrer kilómetros con ellos, como yo hice contigo. Si ves que otras mamis no mandaban a sus niñas a la guarde un ratito antes de trabajar para tener tiempo para escribir. Si te das cuenta de que algunas madres no salen sin sus hijos, ni se van el día de la madre a tomar una cerveza con sus amigas, o que quitan mejor las manchas de la ropa de lo que yo lo hago, o pueden cocinar sin prisas. Perdóname y compréndeme. No todas las madres somos iguales. Recuerda que solo soy otra humana, perdida en un mundo que apenas comprende, tratando de ser feliz y de desarrollarse a sí misma.

Sobretodo ten en cuenta que todo lo que tenga que ver contigo será para mí terreno sagrado. Pero permíteme que no sea demasiado abnegada, que te muestre de vez en cuando mis alas de libertad. En el fondo lo único que quiero es que veas las mías, para que el día de mañana valores y defiendas las tuyas. Quizás hasta eso de ser libre lo haga por ti, a estas alturas. Porque soy tu madre. Por que te quiero. 


Y te quiero libre.