jueves, 24 de agosto de 2017

Cartas a Uve. Cumplir años.

Que los años pasan no es ninguna sorpresa ni un gran descubrimiento que haya venido yo a hacerte, Uve. Pero es así. Pasan y pasan. No siempre al mismo ritmo, pero si en el mismo tiempo. Cuando hayas pasado unos cuantos y tengas una perspectiva un poco más amplia, verás que un verano puede durar lo mismo que un año cuando se es niño y el calor es un regalo para el alma, o cuando los primeros amores de juventud se funden con largos atardeceres estivales, rojizos y ardorosos. Verás que, al pensarlo al cabo del tiempo, ese mismo verano que fue eterno parecerá breve como una única semana. Observarás que los inviernos siempre parecen más largos de lo que realmente son, que cuando llueve, parece que va a hacerlo siempre, y que la nieve a veces tiene el poder de reconciliarnos con la estación más hostil. Cuando recuerdes las primeras veces que viste nevar, o que jugaste en la nieve, seguro que el invierno te parece más hermoso y amable. Ya verás, hija, que la primavera siempre tarda, pero finalmente llega. Que trae la hermosura más exhuberante de la naturaleza, y la pone frente a tus ojos para recordarte que vives en un mundo hermoso que siempre renace. Verás que el otoño trae nostalgia, pero es breve, y aunque de joven no seas capaz de apreciarlo, en tu madurez verás que probablemente es la estación más bella, con su halo suave de cálidos matices, con su aire de renovación con sabor a madera seca.

Cuando hayas vivido un buen puñado de todas estas estaciones, una y otra vez. Cuando hayas acumulado vivencias, aprendizajes, amistades y amores, decepciones, risas explosivas y amargos llantos interminables, paseos en buena compañía, bailes hasta el amanecer, resacas de vino y risas, promesas que se cumplirán y otras que no lo harán nunca, viajes cerca y viajes lejos. Cuando en tu imaginario de recuerdos haya todo esto y algo más, espero que veas claro lo precioso que es cumplir años.

Por que pasa una cosa: mientras seas una niña, será fantástico. Habrá tarta y regalos, confetti y música, y todo el mundo estará encantado de celebrar ese año que pasa cuando aún no son muchos. Pero cuando empiezas a acumular una buena cifra -que ni siquiera tiene por qué ser muy altal pues las cifras son solo eso, números- especialmente si, como tú y como yo, has nacido mujer, todo serán sarcasmos sobre arrugas, kilos de más, arroces que se pasan y demás tonterías de las que no deberías hacer el menor caso.

Las arrugas llegan para todos, también para ellos. Pero a ellos les hacen interesantes y a nosotras, viejas. Las canas les sientan de muerte, pero tú más valdrá que las tapes a conciencia con toneladas de tintes. Aún así, te intentarán convencer de que es preferible que mientas sobre tu edad. Para algunos trabajos, incluso, no se te valorará igual cuando lleves algunos años de los que consideren “de más”. No te dejes engañar por las trampas de una sociedad enferma. No lo hagas. No reniegues de ni uno solo de los años vividos. Saluda cada cumpleaños. Celebrarlo. Celebrate sin complejos y con toda la alegría. La vida te habrá regalado un año más y eso no hay crema antiarrugas que te lo pueda robar.

Aún así, lo importante no es ese día de tartas. La clave, el único secreto para celebrar cumpleaños realmente felices es haber conseguido llenar ese espacio que va desde un cumple a otro de un montón de momentazos que te hagan sonreír cuando pienses en esa etapa que cierras a golpe de soplar velas. Desde que se apaguen esas velas, concéntrate en llenar tu tiempo de cosas buenas: de risas con tus amigos, de la compañía de tu familia, de estudio y apredizaje, de búsqueda y aprovechamiento de oportunidades, de momentos de conexión en la naturaleza, de sueños cumplidos y de sueños nuevos. De sueños, siempre. Ilusiones, todas. Rendiciones, ni una. Acumula vida y deja que lleguen las arrugas, los kilos, la celulitis y todas esas cosas que llaman imperfecciones pero que solo son testigos físicos, a veces ineludibles, de un hermoso paso del tiempo que ojalá te convierta en una persona íntegra, crítica con su entorno pero también amable, combativa y sobretodo, buena gente. Eso es lo único importante. Ser buena gente. La experiencia de los años es un regalo y una oportunidad para cultivar eso mismo. 

Hace poco aprendiste a cantar “Cumpleaños Feliz” y ahora repites en bucle esa canción. Se ha convertido en tu favorita. Ojalá guardes la ilusión por esa canción mucho tiempo. Ojalá todos tus cumpleaños sean felices. Ojalá yo pudiera garantizarte que eso fuese así. Ojalá soples muchas veces mis propias velas, como has hecho este año, trayendo con tu sonrisa todas las bendiciones que ya inundan allá por donde pasas. Ojalá nunca perdieses esa mirada mágica ante unas velas que arden sobre un pastel. Por si acaso, te dejo esta pequeña reflexión en forma de texto, por si algún futurísimo cumpleaños en el que mamá ya no esté necesitas leer de nuevo que estos años que se cumplen son el regalo de la vida y que nunca han de recibirse con temor o vergüenza.

Mientras tanto, siempre habrá para ti una tarta y unas velas en nuestra casa. Las tuyas, las mías. Nuestras vidas celebradas una y otra vez. Ojalá siempre tengas ganas de cantar “Cumpleaños Feliz” como lo haces ahora. Aunque nadie cumpla años. Porque siempre, todos los días mientras estemos vivas, tenemos una vida que celebrar.