Que los años pasan no es ninguna
sorpresa ni un gran descubrimiento que haya venido yo a hacerte, Uve.
Pero es así. Pasan y pasan. No siempre al mismo ritmo, pero si en el
mismo tiempo. Cuando hayas pasado unos cuantos y tengas una
perspectiva un poco más amplia, verás que un verano puede durar lo
mismo que un año cuando se es niño y el calor es un regalo para el
alma, o cuando los primeros amores de juventud se funden con largos atardeceres
estivales, rojizos y ardorosos. Verás que, al pensarlo al cabo del
tiempo, ese mismo verano que fue eterno parecerá breve como una
única semana. Observarás que los inviernos siempre parecen más
largos de lo que realmente son, que cuando llueve, parece que va a
hacerlo siempre, y que la nieve a veces tiene el poder de
reconciliarnos con la estación más hostil. Cuando recuerdes las
primeras veces que viste nevar, o que jugaste en la nieve, seguro que
el invierno te parece más hermoso y amable. Ya verás, hija, que la
primavera siempre tarda, pero finalmente llega. Que trae la hermosura
más exhuberante de la naturaleza, y la pone frente a tus ojos para
recordarte que vives en un mundo hermoso que siempre renace. Verás
que el otoño trae nostalgia, pero es breve, y aunque de joven no
seas capaz de apreciarlo, en tu madurez verás que probablemente es
la estación más bella, con su halo suave de cálidos matices, con
su aire de renovación con sabor a madera seca.
Cuando hayas vivido un buen puñado de
todas estas estaciones, una y otra vez. Cuando hayas acumulado
vivencias, aprendizajes, amistades y amores, decepciones, risas
explosivas y amargos llantos interminables, paseos en buena compañía,
bailes hasta el amanecer, resacas de vino y risas, promesas que se
cumplirán y otras que no lo harán nunca, viajes cerca y viajes
lejos. Cuando en tu imaginario de recuerdos haya todo esto y algo
más, espero que veas claro lo precioso que es cumplir años.
Por que pasa una cosa: mientras seas una
niña, será fantástico. Habrá tarta y regalos, confetti y música,
y todo el mundo estará encantado de celebrar ese año que pasa
cuando aún no son muchos. Pero cuando empiezas a acumular una buena
cifra -que ni siquiera tiene por qué ser muy altal pues las cifras son solo eso, números- especialmente si,
como tú y como yo, has nacido mujer, todo serán sarcasmos sobre
arrugas, kilos de más, arroces que se pasan y demás tonterías de
las que no deberías hacer el menor caso.
Las arrugas llegan para todos, también
para ellos. Pero a ellos les hacen interesantes y a nosotras, viejas.
Las canas les sientan de muerte, pero tú más valdrá que las tapes
a conciencia con toneladas de tintes. Aún así, te intentarán
convencer de que es preferible que mientas sobre tu edad. Para
algunos trabajos, incluso, no se te valorará igual cuando lleves
algunos años de los que consideren “de más”. No te dejes
engañar por las trampas de una sociedad enferma. No lo hagas. No
reniegues de ni uno solo de los años vividos. Saluda cada
cumpleaños. Celebrarlo. Celebrate sin complejos y con toda la
alegría. La vida te habrá regalado un año más y eso no hay crema
antiarrugas que te lo pueda robar.
Aún así, lo importante no es ese día
de tartas. La clave, el único secreto para celebrar cumpleaños
realmente felices es haber conseguido llenar ese espacio que va desde
un cumple a otro de un montón de momentazos que te hagan sonreír
cuando pienses en esa etapa que cierras a golpe de soplar velas.
Desde que se apaguen esas velas, concéntrate en llenar tu tiempo de
cosas buenas: de risas con tus amigos, de la compañía de tu
familia, de estudio y apredizaje, de búsqueda y aprovechamiento de
oportunidades, de momentos de conexión en la naturaleza, de sueños cumplidos y de sueños nuevos. De sueños,
siempre. Ilusiones, todas. Rendiciones, ni una. Acumula vida y deja
que lleguen las arrugas, los kilos, la celulitis y todas esas cosas
que llaman imperfecciones pero que solo son testigos físicos, a
veces ineludibles, de un hermoso paso del tiempo que ojalá te
convierta en una persona íntegra, crítica con su entorno pero
también amable, combativa y sobretodo, buena gente. Eso es lo único
importante. Ser buena gente. La experiencia de los años es un regalo
y una oportunidad para cultivar eso mismo.
Hace poco aprendiste a cantar
“Cumpleaños Feliz” y ahora repites en bucle esa canción. Se ha convertido
en tu favorita. Ojalá guardes la ilusión por esa canción
mucho tiempo. Ojalá todos tus cumpleaños sean felices. Ojalá yo
pudiera garantizarte que eso fuese así. Ojalá soples muchas veces
mis propias velas, como has hecho este año, trayendo con tu sonrisa
todas las bendiciones que ya inundan allá por donde pasas. Ojalá
nunca perdieses esa mirada mágica ante unas velas que arden sobre un
pastel. Por si acaso, te dejo esta pequeña reflexión en forma de
texto, por si algún futurísimo cumpleaños en el que mamá ya no
esté necesitas leer de nuevo que estos años que se cumplen son el
regalo de la vida y que nunca han de recibirse con temor o vergüenza.
Mientras tanto, siempre habrá para ti
una tarta y unas velas en nuestra casa. Las tuyas, las mías. Nuestras
vidas celebradas una y otra vez. Ojalá siempre tengas ganas de
cantar “Cumpleaños Feliz” como lo haces ahora. Aunque nadie
cumpla años. Porque siempre, todos los días mientras estemos vivas,
tenemos una vida que celebrar.