Vaya por
delante de éste artículo, y por la controversia tradicional del
tema a tratar, mi profundo respeto por la fe íntima y personal de
cada persona a nivel individual o colectivo, y por las
manifestaciones públicas de las creencias en cuestión mientras se
realicen desde el mismo prisma de respeto que los no creyentes
debemos prodigar hacia ellas en virtud de la libertad de cada una de
las partes.
Soy hija
de creyentes (cristianos), nieta de creyentes. Y seguro que si
trepamos un pelín más por las ramas de mi árbol genealógico salen
creyentes a mansalva. Yo me he salido un poco de esa línea pero no
he dejado de respetarla nunca, porque creo haber recibido una
educación sobre la fe cristiana bastante positiva en el sentido de
que la relación entre los creyentes y no de mi casa se basa en el
diálogo y en el respeto, asumiendo que ninguna de las partes es
mejor que la otra, y sabiendo ver las cosas positivas de cada una de
ellas.
Ahora
bien, si algo he aprendido de ésta relación con la fe cristiana y
con gente muy cercana y muy querida por mí que la profesa, es que
una cosa es la fe, y otra muy diferente la institución que la
“gestiona”.
Igual que
digo que cualquier cristiano de base, creyente de las enseñanzas de
Jesús de Nazaret -que al margen de que fuera o no hijo de una
divinidad, no dijo nada malo sino todo lo contrario- es para mí
digno del mayor de los respetos, tengo que decir que la Iglesia como
institución cada día me alucina más. No entiendo como, de un
mensaje tan claro y tan limpio como el que dio su máximo insigne,
que era un mensaje de bondad, de generosidad, de reparto, de
austeridad, etcétera, han podido montar el negocio del siglo.
La
última: no quieren pagar el IBI (impuesto sobre bienes inmuebles). Y
es normal que no quieran teniendo en cuenta que tienen en España
alrededor de 100.000 inmuebles, con lo que el impuesto en cuestión
les saldría cuando menos sustancioso. Un dinero que por otra parte,
iría a las arcas de un pueblo en crisis -o directamente a las de
Bankia, que es otra posibilidad-, lo cual no le quitaría al hecho de
pagar el impuesto esa dimensión de generosidad social de la que
tanto se jactan y con la que justifican estar más que forrados.
Mírenlo así señores de la Iglesia, igual no es tan malo aportar a
la comunidad de la que forman parte como cualquier hijo de vecino.
Los
recortes es otra cosa que no va con ellos, y digo ellos porque me
refiero a las altas esferas de la institución, donde mujeres no hay
muchas o ninguna de la que yo tenga constancia. En el año de máximo
azote de la crisis, mientras los derechos sociales y el Estado de
Bienestar no se recortaN sino que se mutilaN directamente, a la Iglesia
se le ha recortado la increíble cantidad de: 0 euros. Toma geroma.
Algunos hábitos llevan cinturón, algo habría que hacer para
apretarlos como los nuestros. Pero aquí nunca se hace nada.
Los
políticos llevan años ayudándoles a hacer el agosto, y el que diga
lo contrario, miente. Incluso con Rodríguez Zapatero, que no se por
qué ha pasado a la historia como el presidente más “anticlerical”
de la historia de España, hicieron su negocio más redondo en
democracia a la española, incrementando al 0,7 su partida del IRPF
en 2005, y olvidando entre otras cosas la Ley de Libertad Religiosa
que en campaña era una prioridad y una vez aposentados en el
gobierno si te he defendido, no me acuerdo.
Se que
muchos me van a decir que bueno, que no pasa nada porque la Iglesia
está forrada porque hacen una función de ayuda social importante.
No seré yo quien diga que no, pero si la que pregunte por qué las
ONG no compiten en igualdad de condiciones, haciendo como hacen
también una labor social.
Por
supuesto no es mi intención desprestigiar a los misioneros,
voluntarios y religiosos de base, con un sueldo razonable de 600
euros, que por supuesto ayudan y si lo hacen en nombre de su fe, pues
amén, y nunca mejor dicho. Pero que no nos intenten vender que ésto
es todo el esqueleto de instituciones de acción social que hay
porque no es cierto ni de lejos. Las instituciones laicas pagan
impuestos por sus locales, las partidas para cooperación al
desarrollo se han reducido y en algunas comunidades directamente
erradicado -bravo, Cospedal- y aún así, muchas siguen funcionando
contra viento y marea, con cuatro duros. Si eso no es amor al
prójimo, que venga dios y lo vea.
Me da la
sensación de estar siendo espectadora de una gran campaña de
marketing desde la política que versa sobre poner a la Iglesia como
la ONG definitiva. Nadie quiere tocarle un pelo porque resulta que
ayudan mucho, y por eso pueden arrasar financieramente como si su
bondad no fuese de éste mundo, ni sus responsabilidades comunitarias
tampoco. Válgame dios.
Jesús de
Nazaret fue un personaje histórico revolucionario sin duda, pero a
la altura de los más grandes. No es el responsable del circo que se
ha montado con su nombre y su historia, como tampoco el Ché es
responsable de que vendan en Stradivarius camisetas con su cara. Y el
mensaje de uno y de otro tampoco es tan diferente, si lo miramos en
general. Obviamente las particularidades histórico-territoriales son
insalvables, pero el mensaje de igualdad, de justicia y de
solidaridad es atemporal, porque son las premisas de una vida digna
para todos. “Amar al prójimo como a ti mismo”, es una de las
premisas más hermosas y nobles que nadie ha formulado, a la par de
complicada en los tiempos que corren, ¿por qué desprestigiar tal
mensaje rodeándolo de evasiones fiscales y doble moral? ¿No fue
Jesús quién echó a los mercaderes del templo?.
Francisco
de Asís fue un hombre que era muy rico, y que cuando entendió de
verdad el mensaje de Jesús de Nazaret dio a los pobres todo lo que
tenía, y con un hábito atado con cuerdas se dio a la vida
espiritual y a transmitir esas enseñanzas. A día de hoy, los
franciscanos son una de las pocas órdenes que ejecutan el voto de
pobreza que todas tienen. Y el Vaticano sigue siendo el Estado
independiente más rico del mundo. Paradojas por doquier en téminos
de riqueza.
No
podemos ser parte de la comunidad para unas cosas y para otras no.
Somos para llevarnos dinero público, pero no lo somos para pagar
impuestos. Somos para participar partidistamente en debates de
Estado, pero no lo somos para respetar las ideas de otros
conciudadanos a las que nos enfrentamos tajantemente sin tener -en
teoría- voz política. Somos y no somos según nos convenga. Esa en
la Iglesia Católica en sus altas esferas. A dios rogando y con el
mazo dando.
¿Se
pueden hacer las cosas de otra manera?, por supuesto. Iglesia y
Estado no son parte de un mismo ente y su separación tiene que ser
absoluta. España es un Estado definido en su Ley Máxima como
aconfesional, pero la realidad es que la Iglesia Católica se lleva
el gato al agua por todas partes. Será o no la religión mayoritaria
pero no debería tenerlo tan seguro y repetirlo tanto teniendo en
cuenta que solo el 30% de los contribuyentes marcan su casilla de
financiación en la declaración de la renta -y eso no es más
representativo que los votos electorales porque hacienda somos todos
como ya sabéis-. La realidad es que hay más confesiones, todas
ellas respetables a pesar de su mayor o menos representatividad, lo
que no hay es justicia y equidad para todas.
El
respeto absoluto de los ciudadanos a las religiones debe venir de la
mano de su transparencia financiera y de su autofinanciación. Que
ellas mismas demuestren que son sostenibles por el propio peso del apoyo de sus creyentes, y nadie pondrá ningún problema al culto o a la
manifestación de su creencia. España no es anticlerical, aunque
fuera laica en términos generales, lo que le pasa a España es que
está cansada de que entre unos y otros se repartan el pastel que le
corresponde a su Estado de Bienestar mientras los servicios públicos
-perdónenme si los considero mucho más importantes que toda la obra
de Cáritas- se quedan en bragas. Si vamos a hacer los deberes, vamos
a hacerlos bien, y vamos a hacerlos todos.
Bonita semana a todos :)
Alba Sánchez