martes, 27 de junio de 2017

Cartas a Uve. Un planeta que es de todas

 En memoria de Chico Mendes


Déjame que te cuente, querida Uve, cosas sobre tu hogar. Tu casa. No es ese edificio, más bien es ese árbol. No es esa habitación, más bien es esa montaña. No son esos muebles, más bien son esas flores. No son esas paredes, más bien es ese mar. ¿Me vas comprendiendo?

La casa es una construcción, el hogar es otra cosa. El hogar es el sitio que alimenta tu espíritu y tu naturaleza, donde conectas contigo misma, donde encuentras reposo y consuelo. Y puede ser tan grande como amplias sean tus miras. La casa puede formar parte de ese hogar, pero si no entendemos que todo lo que hay de puertas hacia afuera de nuestra propia casa debería ser considerado más nuestro hogar que nada, entonces no podremos hacer el favor de cuidarlo. No te despistes ni caigas en el extremo individualismo en que vivimos anclados, según el cual cada uno cuida única y exclusivamente la parcela que ha pagado con dinero. Eso tampoco es hogar, es propiedad, y ¿sabes qué? Es un concepto inventado, y no sabría explicarte cómo es posible poseer una tierra, una montaña, una playa, incluso los rayos del sol. Nunca lo entendí.

Me gustaría trasladarte la idea de que es imposible que abarques tu hogar con los ojos. Nunca lo harás. En tu hogar nunca se pondrá el sol. Has llegado al planeta más hermoso que los humanos hemos podido intuir. Que nos da todo lo que necesitamos, incluso cuando está al límite de sus fuerzas. Estás en el más bello decorado que ninguna casa podría tener, estás en el planeta Tierra, el planeta de la vida. Ésta es tu casa. Toda ella.

Ouparás de ella espacios limitados, cambiantes. Algunos te gustarán más que otros. De otros aprenderás muchísimas cosas. En determinados parajes te encontrarás a tí misma. En otros comprenderás muchas cosas que no se explican en ningún libro. Pasea, querida hija, pasea por tu casa. Observa y disfrutala: nunca renuncies a "perder el tiempo" embriagándote de la belleza que te rodea. Quédate embelesada con las olas del mar. Trepa a los árboles y abrázalos fuertes para sentir como la vida los atraviesa. Piérdete en una montaña y grita con todas tus fuerzas. Olfatea la primavera, pinta el otoño, saborea el verano, acompaña con nostalgia la inmensidad del invierno. Y siempre, siempre siéntente parte de ello. Parte de todo.

La misma vida que fluye entre la savia de los árboles, la energía que hace que se abra sutilmente una flor, la que se manifiesta con ternuna en los primeros juegos de un cachorro de cualquier especie, es la misma madera de la que tu estás hecha. Eres parte de ésto, como lo somos todas y todos. Siéntelo, experimentalo, mézclate con tu planeta y emociónate de vivir en un paraíso como éste.

Cuando hayas conseguido esta unión, esta emoción de sentirte parte de algo tan grande, entonces podrás llorar con él, porque, aunque te lo haya pintado todo muy bonito, este precioso planeta tiene un enorme problema del que también eres parte en tanto que eres humana. Día a día, hora a hora, nuestro precioso planeta se consume por la avaricia y la sinrazón de quienes no entienden que este aire que respiran -que respiramos todas-, que ese agua que beben -que bebemos todas-, que ese tierra que cultivan, no es de nadie, y es de todos, y además no se puede comprar, hipotecar, ni pagar con billetes que de poco van a sacarnos cuando consigamos hacer imposible la vida en este planeta, todavía azul.
Lamentablemente y como pasa a menudo, vivimos en un sistema de convivencia social donde solo los seres humanos importan -y me atrevería a decir que tan solo algunos de ellos-. Lo hemos puesto todo al servicio de un ritmo de desarrollo ficticio que no puede mantenerse mucho más tiempo. Nos va la vida en ello. Ni más ni menos. No hemos sabido ver que nuestro planeta y nuestra naturaleza ya estaba a nuestro servicio, como nosotros al suyo, en un orden natural perfecto que jamás deberíamos haber alterado.

Quizás todavía no sea tarde, y por ello sea determinante convenceros a vosotros, a los recién incorporados, de que esta cuestión es importante. Quizás vosotros lo entendáis mejor y sepáis leer las señales de forma apropiada, nosotros, mi generación, parece que estamos aprendiendo el idioma del desastre natural, y no nos queda mucho tiempo. Me gustaría pensar en una generación de ecologistas "nativos" (algo así como los nativos digitales) de los que tú pudieras formar parte. Una legión de niñas y niños que crezcáis sabiendo y habiendo interiorizado desde la cuna que vuestra cruzada está en salvar el planeta que habitáis, el único hogar real que poséeis. Niños que seréis adultos que no necesitarán ir a la vuelta de la esquina en coche, que sabrán perfectamente como reciclar, pero que aún así preferirán reducir el consumo y reutilizar las cosas que utilicen, que apostarán por la energía limpia y el comercio de proximidad que mantendrán sus ciudades limpias y velarán por sus campos y sus mares, y por la sostenibilidad de los recursos que habitan en todos los entornos de nuestro planeta.

Quizás, mi pequeña Uve, vosotros seáis la última oportunidad que tengamos de sacar adelante el sueño de convivir en paz con nuestro planeta. Supongo que será todo un escándalo el día que te des cuenta de lo que hemos hecho a este precioso lugar quienes vinimos antes que tú, y lo comprenderé. Solo espero que, con mensajes como este, pueda ayudarte a posicionarte a favor del cambio, a favor de la esperanza para nuestra naturaleza y para nuestro futuro. Que trasladarte estas ideas sea otro granito de arena que pueda aportar yo a un futuro mejor para todas y todos.

Insisto. En ello nos va la vida entera.