jueves, 23 de marzo de 2017

Cartas a Uve. El padre

¿Qué es un padre? Querida Uve. Cómo osaría definir para ti algo tan absolutamente relevante en la vida de cualquiera. Quizás me esté metiendo en camisas de once varas, no lo niego, pero creía importante explicarte el significado de esta palabra y de la persona que la lleva. Para bien o para mal, su influencia es inmensa. Si está, puede marcar totalmente el rumbo que tomará nuestra persona. Si no está, le buscaremos en los rincones de nuestras almas aún sin darnos cuenta. Un padre es necesario. Y hay padres y padres, de eso no cabe duda.

Hay padres que dicen serlo por el hecho de engendrar, pero yo creo que eso es algo demasiado fácil, demasiado al alcance de cualquiera como para que merezca un título tan honorable. Desde mi punto de vista, el padre se hace, no nace con un embarazo. Lo que no está al alcance de cualquiera es ser un buen padre: una guía, un ancla con la que atarse a los puertos más importantes: el de la infancia, el de la familia, el del amor incondicional.

Puede que esté hablando desde mi propia experiencia, y desde ese balcón se vea una realidad que solo es una más entre millones de ellas, pero para mí mi propio padre siempre ha significado seguridad, cobijo, confianza. Allí donde esté mi padre, hay un hogar para mí. Y el día que me falte sé, sin la duda más mínima, que llegarán tiempos oscuros para mí, porque me faltará una de las luces más importantes que han alumbrado mi camino hasta ahora.

Un padre puede estar en figuras diferentes al susodicho elemento engendrador. La genética no puede vencer en esta batalla a los sentimientos que nos unen a las personas, y que son en última instancia, lo realmente valioso de la vida. Cada uno buscamos nuestra figura paterna, y no siempre se tiene la suerte de encontrarla en nuestro padre biológico, pero puede estar en otros brazos, en otras sonrisas, en otros parentescos o relaciones, y ser perfectamente válida. La paternidad no está en un título concedido por genética, está en el amor, y solo el amor legitima este título tan poderoso.

Por que un padre, querida Uve, tiene mucho poder sobre poder la persona que somos y que seremos. Y por eso esta tarea de la paternidad hay que ejercerla con mimo y pies de plomo. Su consejo siempre será escuchado (aunque a veces no lo crean), su opinión siempre será tenida en cuenta, su cariño hará florecer lo mejor de nuestras personas, y si recibimos su maltrato, éste nos convierte sin remedio en personas más difíciles, marcando nefastamente nuestro rumbo. Un padre no es cualquier cosa, es un espejo donde nos miramos casi sin darnos cuenta, y su trabajo -nada sencillo- es hacer que nos guste el reflejo que nos devuelve su mirada. 

Por eso es tan importante no sentirnos juzgados, despreciados, ninguneados por nuestro propio padre. Eso destruye la confianza de las personas porque son grietas sobre sus propios cimientos. El buen padre siempre mira a su hijo con confianza en él, tratando de no juzgarle, comprendiendo que su camino es sólo de él y sólo él debe transitarlo, ofreciendo apoyo cuando las cosas se ponen difíciles sin culpar y sin avergonzar. Un buen padre sabe que su hija es un ser único en el mundo del cual tendrá que ocuparse algún tiempo, pero tiene miras suficientemente altas para saber que al final, solo le pertenecemos a la vida y a los tiempos que vivimos. Un buen padre sabe que sus esquemas no sirven necesariamente a sus hijos, y les deja volar cuando llega el momento, porque saben observar qué vientos les llevan hacia sus sueños, que de sobra conocen. 

Los padres marcan la vida de una persona aún cuando no están. Recuerdo muchas veces a mi padre hablando del suyo, que les dejó demasiado pronto, siendo él un niño, y aún así ha sido siempre una figura constante, una luz invisible sobre la vida de un niño que luego fue un hombre y que siempre vivirá con la sensación de haber tenido que despedir a su padre demasiado temprano. Y por eso preguntaba cosas de él, y siempre recuerda esas respuestas. Por eso habla de él siempre que puede. Por eso alguna vez fuimos al pueblo del que él era, buscando esa conexión, ese vínculo sagrado de la historia de quienes marcan nuestra propia historia. Porque era su padre, su presencia está obligada a seguirle durante toda la vida.

Tu propio padre, dejará en ti una impronta imborrable. Espero que de él recuerdes siempre lo mucho que te quiere, y que siempre lo notes, como lo nota cualquiera que te vea subida a sus hombros por la calle, o partiéndose de risa cuando jugáis, o bailando alguna de esas canciones que tanto le gustan a él y que dentro de unos años te sonará rancia y te dará risa. Espero que te quedes con su optimismo y con su energía, con sus ganas de vivir, y con su nobleza. Supongo que son algunos de los mejores legados que podrá dejarte y te lo digo porque le conozco, como compañero y como persona, pero eso que yo observo en él nunca podrá igualar a la forma única en la que tú le conocerás: como tu padre. Un punto de vista incomparable al que puedas tener hacia ninguna otra persona en el mundo.

Así son los buenos padres: el mío, el tuyo. Incomparables. 



miércoles, 8 de marzo de 2017

Carta a Uve sobre el 8 de marzo

Puede que en algún momento de tu vida te pares a pensar, te sorprenda incluso que las mujeres tengamos un "día internacional", hasta recibirás felicitaciones como si de tu cumpleaños se tratase de ocho en ocho de marzo. Querida Uve, este día ocho de marzo es el día internacional de la mujer. Y para tu madre es el día internacional de la mujer trabajadora. Este día se conmemoran dos huelgas históricas de trabajadoras que luchaban por la igualdad de derechos laborales: textiles en 1857 y costureras en 1908. La última de estas huelgas terminó con 120 mujeres asesinadas, a las que se encerraron en una fábrica y se quemamaron vivas.

No es una fiesta, no es una celebración. Que no te confundan. Es una reivindicación. Una jornada de lucha y una necesidad porque, al fin y al cabo, las mujeres somos el colectivo (si es que se puede llamar "colectivo" a la mitad de la humanidad) más numeroso hostigado por el sistema patriarcal, base inseparable del sistema capitalista. Pero tranquila, no es mi intención aturdirte con la terminología. Solo me gustaría que entendieses que las mujeres tenemos un día de lucha porque lo necesitamos. Porque, lamentablemente, has ido a nacer en un mundo hecho por y para los hombres, donde nosotras somos sistemáticamente invisibilizadas, apartadas sin disfrutar de ninguna igualdad de oportunidades, saboteadas en nuestro crecimiento personal o profesional, encerradas en el hogar, mutiladas, violadas, maltratadas, vendidas y compradas, asesinadas.

Ojalá no tuviera que explicarte esto, mi niña. Pero has nacido mujer y nada de esto te será ajeno. Al parecer vamos a tardar más de cien años en cerrar tan solo la brecha salarial, al ritmo que vamos. No quiero ni pensar cuántos años quedarán de berreos callejeros desde los andamios, de no poder caminar solas por la noche, de humillantes chistes machistas, de no poder vestir como queramos sin ser cuestionadas, de trabajar fuera y dentro de casa con nulas posibilidades de conciliación. Me pregunto cuánto faltará para que podamos decidir sobre nuestros propios cuerpos, sobre nuestras maternidades, sobre tantas cosas que se nos niegan.

En algunos países del mundo no podemos votar. En otros somos directamente propiedades que se venden y se cambian. En otros lugares nuestro sexo es considerado sucio y pecaminoso y se nos mutila para convertirnos a los requerimientos de un varón. A algunas se las ha lapidado por ser violadas. A otras se les ha disparado por querer ir a la escuela. A otras les rociaron con ácido la cara. A esta la quemaron. A otra la apuñalaron. Y así suma y sigue. No hay realidad más obvia que el odio contra las mujeres en este mundo de hombres. Y aunque tu madre no entienda el por qué, sí entiende que debemos luchar contra ello con cada vez más intensidad, sumando a nuestra lucha a los hombres justos (que los hay) y permaneciendo unidas, no separadas en recelos, en envidias, en cotilleos, como nos quieren tener. Tenemos que ser todas una misma voz, y exigir para cualquier mujer el respeto que queremos para nosotras. Desterrar esa idea de que nosotras "somos las peores machistas", porque hasta donde yo sé, todavía ninguna mujer se ha cargado a otra por el hecho de serlo. Los problemas de algunas son los problemas de todas. Si tocan a una, a todas nos han tocado y cada vez que una muere, hemos muerto todas un poco.

Siento mucho tener que explicarte esta realidad con toda su dureza, aunque harían falta ríos de tinta para llegar a explicar todas las reivindicaciones que tenemos por delante. Me encantaría haber podido pasar de escribir esto porque supiera de dentro de unos años no te van a preguntar en una entrevista de trabajo si quieres tener familia, o no te van a despedir por quedarte embarazada, o no te van a decir que te pones histérica cuando tienes la regla (alguien que nunca la ha tenido), o no vas a tener que aguantar chistes machistas con tus propios amigos sin que ninguno de los varones diga "conmigo no contéis para esto", o no tendrás que oír que esa falda es muy corta o ese escote muy bajo, o podrás ir a abortar con seguridad si así lo decides, o no tendrás que pedirle a un amigo que te acompañe de noche, o no le dirás a una amiga que te escriba para saber que ha llegado entera a su casa. Todo eso, te pasará. Muy probablemente. 

Pero contarás con una ventaja: podrás comprender el mundo que habitas si abres bien los ojos, si lees y entiendes de dónde vienen esas desigualdades, esas salidas de tono, toda esa mierda. Ellos han diseñado el mundo. Ellos tienen la sartén por el mango y todas las ventajas habidas y por haber. Sus privilegios son tan grandes como su resistencia a cederlos a nuestro favor. Pero poco a poco veremos y verás cambiar algunas cosas. Algunos se dan cuenta y nos prestan su apoyo, pero no son todos los que se hacen llamar feministas. Son los valientes de verdad: los que no ríen las gracias al colega que les pasa una foto de unas tetas enormes, los que no se preocupan si su pareja cobra más dinero, los que cuidan de sus hijos sin "ayudar" a su compañera, los que respetan nuestros logros y saben que en otro orden mundial tendríamos muchos más y seríamos más visibles en los medios, en las empresas, en la política. Esos son los verdaderos compañeros de lucha y estarán a tu lado en días como este, pero no felicitándote, sino luchando hombro con hombro. Rodeate de ellos siempre que puedas.

Pero sobre todo rodéate de ellas, de las mujeres, de tus iguales. Entiende sus problemas y explícales los tuyos. Obsérvalas en todas las partes del mundo y analiza las diferencias y las semejanzas de vuestras dificultades. Trabaja la sororidad: la hermandad entre mujeres, el respeto, el aplauso a las compañeras, el orgullo de los logros de cualquiera de ellas. No la envidia, no la agresividad, no el recelo. Cuida de todas las mujeres. Luchas por todas ellas. Y tú, que al menos tienes derecho a salir a la calle el ocho de marzo, no te pierdas nunca una jornada de reivindicación para gritar que ya basta, que exiges para ti la igualdad que no conoció tu madre. La total. La que es de justicia. La que nos ponga por fin al nivel merecido de respeto, reconocimiento y oportunidades. La que respete nuestras vidas y nuestra libertad. 


En ese camino de lucha, siempre podrás contar con tu madre.