Últimamente recuerdo a menudo cuando
estabas en mi barriga. Siempre quise que fueses niña, es más,
siempre quise tener una niña, antes incluso de que la maternidad
fuera un proyecto serio. Me encantan las niñas. No por ponerles
lazos, faldas y coletas. No me gustan como muñecas de escaparate. Me
gustan como me gusta todo lo difícil, todo lo que supone un reto. Y
creeme que nacer niña es un reto tremendo. Como lo es ser madre de
una niña.
Muchas veces, tantas que he perdido la
cuenta, te han confundido con un niño. El argumento es de una
obviedad que clama al cielo: "es que como no lleva
pendientes...". Claro. Por que las niñas nacemos con
pendientes, como todo el mundo sabe. No es una marca de género, es
algo intrínseco al género femenino. Se ven los pendientes en las
ecografías... Por supuesto todo esto es ironía y sorna que algún
día te enseñaré a manejar. Mientras tanto, hablemos en serio:
nacer niña, aún en esta época y en esta parte del mundo en que
parecemos de vuelta de todo y en posesión de todos los logros y
verdades universales, es tarea complicada.
Llegáis al mundo y en algunos
hospitales y farmacias (afortunadamente no en todos) las propias
enfermeras o farmacéuticas os perforan las orejas con horas de vida.
No se enteran, dicen. Supongo que vuestro sistema nervioso es de
dolores selectivos porque os pegan un pinchazo en el talón y vaya si
os enteráis. Que no lo recordéis es otra cosa. A los niños no se
les molesta y yo sigo sin entender por qué a vosotras hay que
haceros esa putada porque oye. Tu madre se ha hecho unos cuantos
piercings y quien diga que no duele, miente descaradamente. Otra cosa
es que sarna con gusto no pique pero eso hasta la edad del pavo, no
vale. Personalmente nunca estuve dispuesta a hacerte pasar por eso
siendo un bebé, y he tenido que dar por ello muchas más
explicaciones de las que he considerado necesarias. Tus orejas siguen
intactas y así seguirán hasta que tú decidas que quieres lucir
pendientes. ¿Por qué lo he decidido así? Pues por un único
motivo: son tus orejas y como tal, una parte de tu cuerpo, y yo soy
tu madre pero jamás tu dueña. De esto quiero que extraigas un único
mensaje: tú y solo tú decides lo que se hace con tu cuerpo. Si los
niños son dueños de sus orejas hasta que les da por llenárselas de
piercings en la adolescencia, tú no vas a ser menos.
Después del episodio de los pendientes
viene la obsesión rosa. Con los flamantes pendientes estamos
totalmente marcadas en un género pero por si fuera poco, familia y
amigos te bombardearán con todo lo rosa, principesco y purpurinoso
que se encuentren a su paso. A veces no porque quieran, si no porque
las cosas "de niñas" son así en el noventa y nueve por
ciento de las ocasiones. Solo hay que pasar por una tienda de bebés
o por una de juguetes y dejarse llevar por el sendero rosa, directo a
la locura fantasiosa del pony nacarado y el príncipe azul sobre
fondo arcoisis y reflejos de lentejuela. Muchas veces me pregunto si
es casualidad que haya tantas y tantas niñas fans del rosa. Qu e a
todas les gusten las mismas pelis o que los argumentos de cuentos de
princesitas sean tan poco originales.
Cuando pasen unos años y miremos tu
álbum de fotos quizás no veas todo el rosa que esperabas, aunque un
poco fuera casi inevitable. Siempre me encantó vestirte de todos los
colores: con ropa que heredabas de tu prima y que estaba enrosada y
aprincipesada, pero también con las sudaderas de tu primo,
multicolores y llenas de camiones y llaves inglesas. Y llevases lo
que llevases puesto nunca tuve ni media duda de quién eras tú: mi
niña. Y si alguien dudó y se fue a casa ofuscado por no haber
sabido deducir ante una desconcertante falta de pendientes y color
rosa. Que le den.
Algún día tendremos que empezar a ver
películas y a leer cuentos juntas. Estoy deseando que llegue ese
momento y se que está próximo, y a la vez que me apetece me asusta.
Porque creo que hay que afrontar estas vivencias con responsabilidad
y dándoles la importancia que tienen. Va a ser difícil pasar por
encima de una industria multimillonaria que os mete con calzador -a
las niñas- historias de princesas revenidas, príncipes azules y
amor heterosexual políticamente hípercorrecto. Intentaré
sortearlas todo lo que pueda para mostrarte las pocas pero muy dignas
personajes mujeres despeinadas e irreverentes. Al menos, trataré de
explicarte que el mundo está muy lejos de funcionar como lo plantean
los cuentos de hadas. Sobretodo espero que el rollo del príncipe
azul no te embauque porque eso sí que es pura patraña: el príncipe
salvador ni hace falta, ni se le espera. Tú y cualquier niña te
bastas y te sobras para resolver cualquier difícultad que pueda
ponerse en tu camino. No esperes que nadie venga a resolverte la vida
y elige tus compañeros y compañeras de viaje con el corazón, y no
por expectativas irreales y engañosas.
Estos ejemplos de problemas a los que
enfrentarte siendo niña en los tiempos que te han tocado vivir, no
son nada en comparación con los dramas que viven las niñas en otras
partes del mundo, en estos mismos días que atravesamos. Obligadas a
casarse, mutiladas, esclavizadas, responsables del futuro de sus
familias, vendidas a cambio de lavadoras, prostituidas. Es tan
horrible que podemos pensar que nosotras, las de la cara suertuda del
panorama global, no tenemos de qué quejarnos y que el asunto de los
pendientes, el rosa, el sexo débil o los príncipes azucarados son nimiedades y encargarse de
ello mera frivolidad de feminista acomodada en el lado amable del
mundo, pero yo creo encargarse de nuestras nimiedades es un asunto de
responsabilidad social. El mundo necesita mujeres empoderadas que
sean muy conscientes de la intencionalidad que hay tras la
construcción de género. Y tener más suerte que el resto conlleva
una responsabilidad añadida en materia de empoderamiento: nosotras
podemos y debemos abrir caminos que ayuden a otras que lo tienen más
crudo.
Yo no odio a mis padres porque me
plantaran unos pendientes con un mes de vida, de hecho los quiero
mucho, pero ahora sé que lo que hay detrás de esos pendientes en
terminos de tradicionalismo es algo que debe ser superado para que
podamos empezar a construir igualdad real trasversal a todos los
rincones del mundo. Nosotras con nuestros pendientes no elegidos
podemos sacar la cara por quienes sufren la ablación, pero para ello
necesitamos herramientas y por encima de todo, consciencia de que los
problemas más o menos graves que atañen a las niñas del mundo y a
las mujeres que serán vienen de un mismo denominador común: el
machismo, la desigualdad. No podemos seguir criando niñas
enclaustradas en un género que no han elegido y seguir pretendiendo
llenarnos la boca con la palabra libertad. Libertad es poder elegir,
y educar en libertad es dar las herramientas para facilitar esa
elección. Mujeres cada vez más libres educarán niñas y niños
libres y estas ayudarán a otras niñas -de aquí y de allá- a ser
más libres. Y todas serán mujeres y hombres el día de mañana y
ahora sí, el mundo estará cambiando porque se han dado pasos para
ello que parecían pequeños, pero fueron senderos abiertos hacia la
justicia.
La tarea de ser niña es difícil, pero
más lo es la de ser mujer sin habernos empoderado de nosotras mismas
antes: de nuestros cuerpos, de nuestras expectativas, de nuestras
decisiones, de nuestra apariencia. Se empieza por ahí a minar lo que
podría fluir de una mente en libertad. Se recorta una mente infantil
a golpe de tradiciones, costumbres y convenciones sociales para
generar un inmenso lote de mujeres hechas con molde que entienden que
su sexo biológico y su género social es una misma cosa. No quiero
eso para ti. Quiero amplitud de miras, Quiero que critiques y
cuestiones hasta lo que te estoy explicando ahora mismo (eso, lo
primero). Quiero que seas una mujer sin ataduras femeninas.
Y cuando intenten encorsetarte y
asfixiarte con los malditos parámetros de la feminidad, tienes
permiso de tu madre para ser todo lo chunga que quieras. Habla alto y
hazte notar cuando te de le gana. Sé bruta. Lidera siempre que te veas capaz y
con ganas, Ríete fuerte. No cuides muñecas si no quieres.
Ráspate las rodillas. No te pongas falda si no estás cómoda. Juega
al fútbol. Permítete destacar en lo que quiera que seas buena.
Juega al fútbol. Muérdete las uñas. No te maquilles si no te
gusta. Abúrrete con las historias románticas y no pongas jamás tus
metas junto a un anillo de diamantes. Esfuérzate, porque no hay nada
que por el hecho de ser niña no puedas hacer, y no necesitas que
nadie te diga "puedes hacerlo", pero aún así, yo te lo
diré. Creételo. Todo lo demás son patrañas que quieren hacernos
creer que estamos hechas de porcelana china y que merecemos ser
cuidadas y admiradas. Es mentira. Lo único que merecemos es
igualdad, respeto, y un mundo nuevo en cuya construcción sí se haya
contado con nosotras, y donde nacer niña no signifique ningún reto
añadido.