lunes, 30 de enero de 2017

Cartas a Uve. Nacer niña

Últimamente recuerdo a menudo cuando estabas en mi barriga. Siempre quise que fueses niña, es más, siempre quise tener una niña, antes incluso de que la maternidad fuera un proyecto serio. Me encantan las niñas. No por ponerles lazos, faldas y coletas. No me gustan como muñecas de escaparate. Me gustan como me gusta todo lo difícil, todo lo que supone un reto. Y creeme que nacer niña es un reto tremendo. Como lo es ser madre de una niña.

Muchas veces, tantas que he perdido la cuenta, te han confundido con un niño. El argumento es de una obviedad que clama al cielo: "es que como no lleva pendientes...". Claro. Por que las niñas nacemos con pendientes, como todo el mundo sabe. No es una marca de género, es algo intrínseco al género femenino. Se ven los pendientes en las ecografías... Por supuesto todo esto es ironía y sorna que algún día te enseñaré a manejar. Mientras tanto, hablemos en serio: nacer niña, aún en esta época y en esta parte del mundo en que parecemos de vuelta de todo y en posesión de todos los logros y verdades universales, es tarea complicada.

Llegáis al mundo y en algunos hospitales y farmacias (afortunadamente no en todos) las propias enfermeras o farmacéuticas os perforan las orejas con horas de vida. No se enteran, dicen. Supongo que vuestro sistema nervioso es de dolores selectivos porque os pegan un pinchazo en el talón y vaya si os enteráis. Que no lo recordéis es otra cosa. A los niños no se les molesta y yo sigo sin entender por qué a vosotras hay que haceros esa putada porque oye. Tu madre se ha hecho unos cuantos piercings y quien diga que no duele, miente descaradamente. Otra cosa es que sarna con gusto no pique pero eso hasta la edad del pavo, no vale. Personalmente nunca estuve dispuesta a hacerte pasar por eso siendo un bebé, y he tenido que dar por ello muchas más explicaciones de las que he considerado necesarias. Tus orejas siguen intactas y así seguirán hasta que tú decidas que quieres lucir pendientes. ¿Por qué lo he decidido así? Pues por un único motivo: son tus orejas y como tal, una parte de tu cuerpo, y yo soy tu madre pero jamás tu dueña. De esto quiero que extraigas un único mensaje: tú y solo tú decides lo que se hace con tu cuerpo. Si los niños son dueños de sus orejas hasta que les da por llenárselas de piercings en la adolescencia, tú no vas a ser menos.

Después del episodio de los pendientes viene la obsesión rosa. Con los flamantes pendientes estamos totalmente marcadas en un género pero por si fuera poco, familia y amigos te bombardearán con todo lo rosa, principesco y purpurinoso que se encuentren a su paso. A veces no porque quieran, si no porque las cosas "de niñas" son así en el noventa y nueve por ciento de las ocasiones. Solo hay que pasar por una tienda de bebés o por una de juguetes y dejarse llevar por el sendero rosa, directo a la locura fantasiosa del pony nacarado y el príncipe azul sobre fondo arcoisis y reflejos de lentejuela. Muchas veces me pregunto si es casualidad que haya tantas y tantas niñas fans del rosa. Qu e a todas les gusten las mismas pelis o que los argumentos de cuentos de princesitas sean tan poco originales.

Cuando pasen unos años y miremos tu álbum de fotos quizás no veas todo el rosa que esperabas, aunque un poco fuera casi inevitable. Siempre me encantó vestirte de todos los colores: con ropa que heredabas de tu prima y que estaba enrosada y aprincipesada, pero también con las sudaderas de tu primo, multicolores y llenas de camiones y llaves inglesas. Y llevases lo que llevases puesto nunca tuve ni media duda de quién eras tú: mi niña. Y si alguien dudó y se fue a casa ofuscado por no haber sabido deducir ante una desconcertante falta de pendientes y color rosa. Que le den.

Algún día tendremos que empezar a ver películas y a leer cuentos juntas. Estoy deseando que llegue ese momento y se que está próximo, y a la vez que me apetece me asusta. Porque creo que hay que afrontar estas vivencias con responsabilidad y dándoles la importancia que tienen. Va a ser difícil pasar por encima de una industria multimillonaria que os mete con calzador -a las niñas- historias de princesas revenidas, príncipes azules y amor heterosexual políticamente hípercorrecto. Intentaré sortearlas todo lo que pueda para mostrarte las pocas pero muy dignas personajes mujeres despeinadas e irreverentes. Al menos, trataré de explicarte que el mundo está muy lejos de funcionar como lo plantean los cuentos de hadas. Sobretodo espero que el rollo del príncipe azul no te embauque porque eso sí que es pura patraña: el príncipe salvador ni hace falta, ni se le espera. Tú y cualquier niña te bastas y te sobras para resolver cualquier difícultad que pueda ponerse en tu camino. No esperes que nadie venga a resolverte la vida y elige tus compañeros y compañeras de viaje con el corazón, y no por expectativas irreales y engañosas.

Estos ejemplos de problemas a los que enfrentarte siendo niña en los tiempos que te han tocado vivir, no son nada en comparación con los dramas que viven las niñas en otras partes del mundo, en estos mismos días que atravesamos. Obligadas a casarse, mutiladas, esclavizadas, responsables del futuro de sus familias, vendidas a cambio de lavadoras, prostituidas. Es tan horrible que podemos pensar que nosotras, las de la cara suertuda del panorama global, no tenemos de qué quejarnos y que el asunto de los pendientes, el rosa, el sexo débil o los príncipes azucarados son nimiedades y encargarse de ello mera frivolidad de feminista acomodada en el lado amable del mundo, pero yo creo encargarse de nuestras nimiedades es un asunto de responsabilidad social. El mundo necesita mujeres empoderadas que sean muy conscientes de la intencionalidad que hay tras la construcción de género. Y tener más suerte que el resto conlleva una responsabilidad añadida en materia de empoderamiento: nosotras podemos y debemos abrir caminos que ayuden a otras que lo tienen más crudo.

Yo no odio a mis padres porque me plantaran unos pendientes con un mes de vida, de hecho los quiero mucho, pero ahora sé que lo que hay detrás de esos pendientes en terminos de tradicionalismo es algo que debe ser superado para que podamos empezar a construir igualdad real trasversal a todos los rincones del mundo. Nosotras con nuestros pendientes no elegidos podemos sacar la cara por quienes sufren la ablación, pero para ello necesitamos herramientas y por encima de todo, consciencia de que los problemas más o menos graves que atañen a las niñas del mundo y a las mujeres que serán vienen de un mismo denominador común: el machismo, la desigualdad. No podemos seguir criando niñas enclaustradas en un género que no han elegido y seguir pretendiendo llenarnos la boca con la palabra libertad. Libertad es poder elegir, y educar en libertad es dar las herramientas para facilitar esa elección. Mujeres cada vez más libres educarán niñas y niños libres y estas ayudarán a otras niñas -de aquí y de allá- a ser más libres. Y todas serán mujeres y hombres el día de mañana y ahora sí, el mundo estará cambiando porque se han dado pasos para ello que parecían pequeños, pero fueron senderos abiertos hacia la justicia.

La tarea de ser niña es difícil, pero más lo es la de ser mujer sin habernos empoderado de nosotras mismas antes: de nuestros cuerpos, de nuestras expectativas, de nuestras decisiones, de nuestra apariencia. Se empieza por ahí a minar lo que podría fluir de una mente en libertad. Se recorta una mente infantil a golpe de tradiciones, costumbres y convenciones sociales para generar un inmenso lote de mujeres hechas con molde que entienden que su sexo biológico y su género social es una misma cosa. No quiero eso para ti. Quiero amplitud de miras, Quiero que critiques y cuestiones hasta lo que te estoy explicando ahora mismo (eso, lo primero). Quiero que seas una mujer sin ataduras femeninas.

Y cuando intenten encorsetarte y asfixiarte con los malditos parámetros de la feminidad, tienes permiso de tu madre para ser todo lo chunga que quieras. Habla alto y hazte notar cuando te de le gana. Sé bruta. Lidera siempre que te veas capaz y con ganas, Ríete fuerte. No cuides muñecas si no quieres. Ráspate las rodillas. No te pongas falda si no estás cómoda. Juega al fútbol. Permítete destacar en lo que quiera que seas buena. Juega al fútbol. Muérdete las uñas. No te maquilles si no te gusta. Abúrrete con las historias románticas y no pongas jamás tus metas junto a un anillo de diamantes. Esfuérzate, porque no hay nada que por el hecho de ser niña no puedas hacer, y no necesitas que nadie te diga "puedes hacerlo", pero aún así, yo te lo diré. Creételo. Todo lo demás son patrañas que quieren hacernos creer que estamos hechas de porcelana china y que merecemos ser cuidadas y admiradas. Es mentira. Lo único que merecemos es igualdad, respeto, y un mundo nuevo en cuya construcción sí se haya contado con nosotras, y donde nacer niña no signifique ningún reto añadido.

jueves, 26 de enero de 2017

Hay lugares de los que uno nunca se va del todo...

No lo puedo remediar. Al final siempre vuelvo por aquí.

Los Días Inciertos se han convertido para mí en esa adicción que no se supera, ese amante al que siempre se vuelve, ese cerrar la puerta guardando muy bien la llave. Este proyecto soy yo, y yo soy este proyecto. Se parece tanto a mí que no me extraña que no pueda dejar de volver a él, si ya desde el título ambos somos tan inciertos, tan irreverentes, tan sin rumbo...

Lo cierto es que de todas las aventuras digitales que emprendo (que a estas alturas ya no son pocas), ninguna ha conseguido adquirir para mí el grado de hogar que tiene este blog. Aquí y solo aquí hay Alba 100x100. Letras sin marketing, frases sin dueño ni comprador, letras vomitadas que me sirven de purga. Solo de aquí salgo renovada y solo de este blog no espero nada a cambio. Por eso vuelvo. Para soltar lastres que no puedo desenganchar en los lugares más orientados hacia lo políticamente correcto. Porque aquí soy la chica rebelde de mis diecitantos/ventipocos, a la par que soy la mujer -algo- madura de casi treinta. Soy la fuerza de aquella y la experiencia de esta. Soy todo. Soy yo.

También vuelvo porque tengo una idea y necesito un espacio. Sin ninguna pretensión y sin ningún objetivo concreto quiero llenar este hueco de mis días inciertos de cartas para mi hija. Quiero explicar el mundo a una personajilla que aún no comprende ni el español. Casi ná. Una cosa sencillita... Creo que Los Días Inciertos son el lugar perfecto para dejarle este pequeño legado, y aquí va a quedar. Así le saco un poco el polvo a mi rincón favorito de internet, tan abandonado a veces por proyectos más amables al público pero con mucha menos piel. Aquí el público importa lo justo -no me interpretéis mal, me caéis bien-, lo que importa es lo agusto que me quedo soltando todo el peso de los días, de las noticias, de las estampas callejeras, de la desigualdad y la desidia de un mundo a la deriva. No es más, que eso, desahogo. Ni menos.


Cartas a Uve

Si los días para mí son inciertos, cuando pienso en los tuyos la incertidumbre simplemente me abruma. Pérdoname. Entiende que es inevitable que viva un poco a través de ti. No te preocupes, sabré disimularlo para que no te pesen mis expectativas ni te manchen mis propias frustraciones y si no lo consigo mira, mándame al carajo.

El caso es que desde hace algún tiempo pienso en las expectativas que muchas veces vertemos sobre vosotros desde tan pequeños. Cuando hacéis algo bien y enseguida os ponemos la etiqueta, o lo hacéis peor y rápidamente concluimos que no valéis para eso. Como si de un muñeco de plastilina maltrecho o de un baile rocambolesco se pudiera deducir un futuro entero. Me encantaría que fueses capaz de pasar de esa mierda, como yo trato de pasar de hacerlo, aunque no siempre lo consigo. Me gustaría dejarte ser y descubrir tu camino sin mezclar en tus decisiones mis propias esperanzas o mis sueños rotos. He visto eso tantas veces... El caso es que a veces parece que sale bien. La presión, la exigencia extrema, los laureles y todo eso. Pero yo no lo tengo tan claro porque me consta que gratis, no sale. Que siempre se paga un precio por responder a lo que otros esperan de ti. Un precio alto e irrecuperable. 

Toda esa presión sobre sacar notazas, ir a la Universidad, aprender ocho idiomas y tres instrumentos, visitar diez países antes de los diecisiete y conseguir de paso alguna medalla deportiva. Uf. Qué pereza me da solo de pensarlo. Y con esto no quiero decir que no desee para ti medallas, viajes, conocimiento -eso lo que más- creatividad y buenos resultados en todo lo que emprendas. Lo que quiero es que lo emprendas porque sea lo que te sale de dentro. Porque lo quieres. No porque sea lo que toca, no por dinero, no por reconocimiento social. Porque te lo pida el cuerpo.

En algunos países del mundo es costumbre que los chavales que terminan la educación obligatoria se den un año sábatico para viajar y así ver mundo y de paso descubrirse a sí mismos un poco, al menos. Me parece mejor opción que la de los españolitos, que salimos de la ESO y vamos al bachiller o a las FP sin saber ni para qué lado nos canteamos, en muchas ocasiones. Por supuesto luego para muchos viene inevitablemente la Universidad, que se ha convertido en una fábrica de parados de primera pero oye, sigue dando algo de prestigio social con cierto olor a naftalina.

Luego están los que a mí me molan. Los que hacen lo que quieren. No en el sentido caprichoso sino en el sentido espiritual de la palabra querer. Los que no siguen rutas establecidas. Los que lo dejan todo un buen día y salen a recorrer el mundo, o pasan de la multinacional estresante y súperrentable y se abren un puesto de magdalenas. Qué se yo. Hay tantos casos que a medida que los vas conociendo te empiezas a dar cuenta de que el camino imperante no tiene porque ser el único ni el mejor. Es solo cuestión de buscar el tuyo, y quizás para ello debas conocer casos de gente que ha encontrado el suyo. Creeme, hija. No vas a encontrar tu camino en lo que yo te diga ni en lo que te diga nadie. Solo vas a hayarlo dentro de ti. 

Por mi parte, prometo dejarte ser y observarte muy de cerca, para que los consejos que no podré callarme vayan lo más acordes posibles con las inmensas posibilidades que sé que posees. Para que sean siempre ladrillos con los que puedas construir tu hogar, o adoquines para tu sendero. Para que si han de derribar algo, solo sean los muros que puedas encontrar a tu paso hacia lo que quiera que sea que te haga feliz. Ya sea recorrer el mundo, o tu puesto de magdalenas. Prometo no juzgarte siempre y cuando te vea feliz. Y si te veo infeliz, prometo acompañarte a buscar esa luz que te falte. Prometo que seré tu madre y no tu manager ni tu entrenadora. Prometo que, me cueste lo que me cueste, te dejaré Ser, en medio de una sociedad absolutamente programada y totalmente previsible te dejaré Ser, te permitiré romper esquemas, llevarme la contraria, cambiar de rumbo, equivocarte y elegir. Te dejaré vivir tu vida como quieras. Y si algún día me dices, "Mamá, encontré mi camino y soy feliz" entonces una parte muy importante de mi propio camino la habrás completado sin darte cuenta. Y mis días serán un poco menos inciertos hasta el siguiente camino que emprendas porque ¡Ay! había truco en todo esto... No solo hay un camino. Hay muchos. Hay etapas, cambios, giros argumentales, destinos que se descojonan en tu cara. No hay una meta final. La meta es nuestra propia construcción y esa, afortunadamente, no acaba nunca.

Y si quieres eso te lo explico en otra carta... ;)