Hoy es San Valentín y tú
ni te enteras. Contigo no va la cosa por el momento, aunque en algún
momento de tu vida supongo que te empezará a llamar la atención
cómo los escaparates se plagan de ositos, corazones, flores y
bombones como si no hubiera mañana en una fecha incierta que
casualmente cubre el vacío de ventas que se da entre Navidad y el
día del padre. Bueno, pues ese día es el día
de los enamorados -hoy- y quería contarte algunas cosas sobre el amor.
Sobre el amor que yo entiendo, que probablemente sea mucho más soso
que el que te quiera transmitir una sociedad en la que muchísima
gente miente sobre este tema. A sabiendas o por pura socialización. Antes de una reflexión, un único consejo: no te creas nada que tenga que ver con el amor sin antes haberlo
probado. Ni siquiera nada de lo que yo te diga en esta carta. Nada. Cuando lo sientas, sabrás lo que es y podrás elaborar tu propia idea, pero te adelanto algo muy cierto, y es que el amor no es nada que tenga
que ver con docenas de rosas ni con cenas en sitios caros. Es otro
tema.
El amor es compromiso y
es compañerismo, regados con buenos chorros de respeto y salteado
con confianza. La pasión es otra cosa, son hormonas, física y
química que igual que arde, se apaga. El consumismo es otra muy
distinta, eso tiene que ver con la inseguridad humana y con los
vicios de la sociedad occidental. El amor no se conoce sin frustración, sin desencuentros, sin toneladas de paciencia. Pero desde luego no tiene que ver con celos, con limitaciones, con libertades coartadas ni mucho menos con machismo y violencia.
El amor no debe conocer
de clichés y tópicos. Y su belleza reside precisamente en las
múltiples formas en que se da. El clásico "chico conoce chica"
no sirve para medir las formas de amar que tiene la sociedad en la
que vas a vivir. Dos chicos pueden amarse entre ellos, al igual que
dos mujeres, o más de dos personas. Quien te diga que alguna de las
combinaciones del amor es errónea, enfermiza o insana, simplemente
te miente y te muestra tremendas limitaciones en su forma de observar
y de entender el mundo. Aléjate de cualquiera que te diga que un
amor es "malo". Amar, en cualquiera de sus formas, es
hermoso cuando se hace con inteligencia.
Y aquí viene la polémica
number one sobre el mito del amor romántico. ¿Es posible amar con
"inteligencia"? ¿Es recomendable? Yo siempre he sido muy
partidaria de racionalizar el amor por una razón sencilla: cuando amar
consiste, principalmente, en entregarse a otra persona, hay que tener
muy en cuenta que si una se entrega en su totalidad y no recibe nada
a cambio, se queda vacía. Por eso es buena idea ir con pies de
plomo, amar tomándose todo el tiempo del mundo, no apresurarse para
poder observar qué damos y qué recibimos de una relación amorosa.
Y por supuesto respetando siempre nuestra propia esencia, esa parte
que jamás debemos entregar a nadie, que es tan nuestra como nuestra
propia vida y que no debe confundirse con nuestras relaciones
personales. Por eso es una buena idea esperar a amar cuando ya se
tiene una idea un poco elaborada de quién es una misma, y eso en la
adolescencia no suele haberse conseguido, aunque sea precisamente esa
etapa en la que las hormonas nos traicionan con cantos de sirena que
nos venden historias de amor con final infeliz.
De todas formas, hay que
vivirlo, hay que equivocarse, hay que aprender, y el amor no es
cualquier cosa que se aprenda en un par de experiencias. El amor es,
ni más ni menos que una de las energías más potentes que mueven el
mundo y los mundos de cada persona y se da en diferentes grados y maneras, entre parejas, familia, hacia ideales, hacia amigos... El amor es nuestro arraigo a la
especie humana, uno de los pocos motivos por los que no perdemos del
todo la fe en un mañana mejor. Por eso hay que darle la importancia
que tiene, que es mucha, y cultivarlo con mimo empezando por el más
importante de todos: el amor que sentirás hacia ti misma.
Por eso mi mensaje es que
no rechaces el amor nunca en tu vida. Que elijas amar, pero sin abligarte a ello. Probablemente es una de las
mejores cosas que te pueden pasar. Pero anda con los ojos bien
abiertos para diferenciarlo de la mercantilización que hemos ideado
en nuestra enferma sociedad capitalista, tan torpe para demostrar la
importancia de las cosas si no es con dinero de por medio. Puedes
estar segura de que el amor está muy lejos de parecerse a esos osos
azucarados que chillan "te quiero" cuando les aprietas la
mano. Que muchas veces no nada es lo que parece en materia amorosa y
quienes más se jactan de amor son quienes más lo necesitan. No
trates de proyectar el amor en tu vida como una película,
interiorizalo dentro de ti, como una forma de entender el mundo, pero
sin excesos románticos rocambolescos que enturbian la realidad: que
el amor no se da solo un día al año, que no crece porque se firme
ni se entiende mejor con un diamante en el dedo, que como a las
plantas, si no se las cuida, se seca y muere para siempre, y que la
responsabilidad de amar a alguien es tan grande como el bien o el mal
que puede provocarle, que es mucho.
Amar, querida Uve,
consiste principalmente en estar ahí, en no juzgar, en escuchar
mucho, en ser comprensivo y en tener toneladas de paciencia. También
en saber decir "no" o "hasta aquí". También es
poner límites o poner tus necesidades por delante de las de la
pareja si es necesario. Amar no es amar a otro, es amar: a ti, a otra
persona, a muchas personas, a la vida. Amar es una actitud, y San
Valentín, otro rancio cuento de hadas con muchos finales infelices
disfrazados de oso de peluche que no supieron entender que no se
puede amar sin amarse, que todos los amores no merecen la pena, y que siempre merece la pena buscar el amor.
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