martes, 14 de febrero de 2017

Carta de San Valentín (para Uve)


Hoy es San Valentín y tú ni te enteras. Contigo no va la cosa por el momento, aunque en algún momento de tu vida supongo que te empezará a llamar la atención cómo los escaparates se plagan de ositos, corazones, flores y bombones como si no hubiera mañana en una fecha incierta que casualmente cubre el vacío de ventas que se da entre Navidad y el día del padre. Bueno, pues ese día es el día de los enamorados -hoy-  y quería contarte algunas cosas sobre el amor. Sobre el amor que yo entiendo, que probablemente sea mucho más soso que el que te quiera transmitir una sociedad en la que muchísima gente miente sobre este tema. A sabiendas o por pura socialización. Antes de una reflexión, un único consejo: no te creas nada que tenga que ver con el amor sin antes haberlo probado. Ni siquiera nada de lo que yo te diga en esta carta. Nada. Cuando lo sientas, sabrás lo que es y podrás elaborar tu propia idea, pero te adelanto algo muy cierto, y es que el amor no es nada que tenga que ver con docenas de rosas ni con cenas en sitios caros. Es otro tema.

El amor es compromiso y es compañerismo, regados con buenos chorros de respeto y salteado con confianza. La pasión es otra cosa, son hormonas, física y química que igual que arde, se apaga. El consumismo es otra muy distinta, eso tiene que ver con la inseguridad humana y con los vicios de la sociedad occidental. El amor no se conoce sin frustración, sin desencuentros, sin toneladas de paciencia. Pero desde luego no tiene que ver con celos, con limitaciones, con libertades coartadas ni mucho menos con machismo y violencia.

El amor no debe conocer de clichés y tópicos. Y su belleza reside precisamente en las múltiples formas en que se da. El clásico "chico conoce chica" no sirve para medir las formas de amar que tiene la sociedad en la que vas a vivir. Dos chicos pueden amarse entre ellos, al igual que dos mujeres, o más de dos personas. Quien te diga que alguna de las combinaciones del amor es errónea, enfermiza o insana, simplemente te miente y te muestra tremendas limitaciones en su forma de observar y de entender el mundo. Aléjate de cualquiera que te diga que un amor es "malo". Amar, en cualquiera de sus formas, es hermoso cuando se hace con inteligencia.

Y aquí viene la polémica number one sobre el mito del amor romántico. ¿Es posible amar con "inteligencia"? ¿Es recomendable? Yo siempre he sido muy partidaria de racionalizar el amor por una razón sencilla: cuando amar consiste, principalmente, en entregarse a otra persona, hay que tener muy en cuenta que si una se entrega en su totalidad y no recibe nada a cambio, se queda vacía. Por eso es buena idea ir con pies de plomo, amar tomándose todo el tiempo del mundo, no apresurarse para poder observar qué damos y qué recibimos de una relación amorosa. Y por supuesto respetando siempre nuestra propia esencia, esa parte que jamás debemos entregar a nadie, que es tan nuestra como nuestra propia vida y que no debe confundirse con nuestras relaciones personales. Por eso es una buena idea esperar a amar cuando ya se tiene una idea un poco elaborada de quién es una misma, y eso en la adolescencia no suele haberse conseguido, aunque sea precisamente esa etapa en la que las hormonas nos traicionan con cantos de sirena que nos venden historias de amor con final infeliz.

De todas formas, hay que vivirlo, hay que equivocarse, hay que aprender, y el amor no es cualquier cosa que se aprenda en un par de experiencias. El amor es, ni más ni menos que una de las energías más potentes que mueven el mundo y los mundos de cada persona y se da en diferentes grados y maneras, entre parejas, familia, hacia ideales, hacia amigos... El amor es nuestro arraigo a la especie humana, uno de los pocos motivos por los que no perdemos del todo la fe en un mañana mejor. Por eso hay que darle la importancia que tiene, que es mucha, y cultivarlo con mimo empezando por el más importante de todos: el amor que sentirás hacia ti misma.

Por eso mi mensaje es que no rechaces el amor nunca en tu vida. Que elijas amar, pero sin abligarte a ello. Probablemente es una de las mejores cosas que te pueden pasar. Pero anda con los ojos bien abiertos para diferenciarlo de la mercantilización que hemos ideado en nuestra enferma sociedad capitalista, tan torpe para demostrar la importancia de las cosas si no es con dinero de por medio. Puedes estar segura de que el amor está muy lejos de parecerse a esos osos azucarados que chillan "te quiero" cuando les aprietas la mano. Que muchas veces no nada es lo que parece en materia amorosa y quienes más se jactan de amor son quienes más lo necesitan. No trates de proyectar el amor en tu vida como una película, interiorizalo dentro de ti, como una forma de entender el mundo, pero sin excesos románticos rocambolescos que enturbian la realidad: que el amor no se da solo un día al año, que no crece porque se firme ni se entiende mejor con un diamante en el dedo, que como a las plantas, si no se las cuida, se seca y muere para siempre, y que la responsabilidad de amar a alguien es tan grande como el bien o el mal que puede provocarle, que es mucho.

Amar, querida Uve, consiste principalmente en estar ahí, en no juzgar, en escuchar mucho, en ser comprensivo y en tener toneladas de paciencia. También en saber decir "no" o "hasta aquí". También es poner límites o poner tus necesidades por delante de las de la pareja si es necesario. Amar no es amar a otro, es amar: a ti, a otra persona, a muchas personas, a la vida. Amar es una actitud, y San Valentín, otro rancio cuento de hadas con muchos finales infelices disfrazados de oso de peluche que no supieron entender que no se puede amar sin amarse, que todos los amores no merecen la pena, y que siempre merece la pena buscar el amor. 

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