Si algún día sufres una violación,
querida hija. Grábate esto en lo más profundo: no será tu culpa.
Lamentablemente cuento con que la sufrirás, como las sufre tu madre,
como la sufrimos todas. ¿Quizás esté exagerando? A mí,
afortunadamente y de momento, no me han cogido cinco mandriles (con
perdón de los macacos) para penetrarme por la fuerza en algún
rincón de cualquier calle o portal de cualquier ciudad de España o
del mundo. Pero, ¿sabes? Es tan dolorosamente frecuente que esto
pase, que cuando me entero de que a otra mujer le ha sucedido, casi
puedo sentir la baba de los monstruos resbalando sobre mi propio
cuerpo.
Te violarán. Uve. Como nos violan a
todas cada vez que una mujer tiene que pasar por el doble trance de
ser violada y además, tener que demostrarlo. Porque para nosotras no
hay presunción de inocencia, ni cuando somos las víctimas. Porque
nos violan dos veces: con violencia y asalto, o desde el tribunal de
turno. En cuanto seas consciente de esto, también a ti te estarán violando devorando tus derechos, tus logros, tus ganas de vivir y tu futuro, que es el nuestro. El de todas las mujeres.
Nos preguntarán que qué narices
llevábamos puesto. Que cómo de corta era aquella falda. Que si nos
habíamos dado el lote con nuestro agresor. Que si habíamos bebido o
nos habíamos drogado. Que si fuimos capaces de sonreír, de viajar,
de estudiar, o de vivir, después de aquel trance. Y todo ello será
motivo de doble condena: la de la violación que sufrimos y la
social, que probablemente sea la peor. Nos condenará la sociedad a
la que pertenecemos. Por putas. Por salir de fiesta. Por vestir así
o asá. Por no ir acompañadas. Por caminar por la calle. Por no pertenecer a nadie. Por
sonreír. Por mirar. Por sentir miedo. Por decir que no. Por decir que
sí, o por decir que no después de haber dicho sí. Siempre.
Condena. Zorras. Que vais provocando. Putas. Brujas. Liantas. Que
vais pidiendo guerra. Eso escucharás. Una y otra vez. Y dudarán de
ti, como dudan de todas.
Pero aún así, querida hija, no lo
olvides: no será tu culpa. Nunca será culpa tuya.
Será culpa de esta sociedad podrida y
machista que no puede meter a cinco energúmenos en la cárcel sin miramientos porque
en su barrio dicen que son muy majetes. Será culpa de quienes
piensan que si no te cortas las venas tras una violación, es que no
te han violado lo suficiente (o los suficientes). Será culpa de
quienes cierren los ojos y sigan creyéndose la milonga de que las
bromas machistas del whatsapp son solo chiquilladas, incluso cuando
la broma gire en torno a un potencial delito. Será culpa de quienes
bajan la mirada ante tu historia. De quienes sienten vergüenza y
tratan de hacértela sentir a ti. De quienes cuestionen tu moral o tu
ética sin saber nada de tu vida. De quienes no se pongan de tu
parte. Todos y cada uno de ellos tendrán la culpa. Nunca, nunca
tuya.
Y no estarás sola, Uve. Como no lo
está C. Como no lo estará nunca más ninguna mujer que sufra este
agravio, esta violencia, este sinsentido. Porque aquí estamos. Tu
madre la primera, para gritar que ya basta. Porque todas somos
violadas cada vez que tocan a una hermana, a una compañera. Porque
queremos una justicia que nos ampare, que no nos cuestione, que no nos infantilice, y no vamos a parar hasta
conseguirla, aunque sea lo último que hagamos. Porque os lo debemos
a vosotras nuestras hijas, se lo debemos a las violadas, se lo
debemos a las muertas, a las acosadas, a las humilladas, a las
puestas en duda, a las maltratadas. A las mujeres, se lo debemos. A la
humanidad. A la vida. Y no vamos a parar.
En nuestra sociedad, la violación es algo cultural, hija. Por ello, harto frecuente. Más allá de la oscura escena de asalto en callejón hay un mundo de posibles abusos basados en las necesidades sexuales aparentemente incontrolables de los hombres. Puede violarte alguien de tu entorno, un amigo, tu propia pareja. Cualquiera que no entienda que no, significa simplemente no. Hay violaciones sin forcejeos, violaciones sin asalto, violaciones casi sin violencia. Pero todas ellas se basan en una misma premisa: solo las necesidades de él importan. La mujer las satisface. Punto y final. Y si no queremos asumir ese papel de muñeca hinchable, pues existe la posibilidad de pasar a mayores escalas de violencia para someternos. O de sencillamente no aceptar nuestra negativa y pensar que "no2 significa "bueno, vale". Si le das un beso, ya no hay marcha atrás. Porque le has provocado. Porque son machos hasta las cejas de testosterona y esa potencia es incontrolable. Eso te contarán. Así se justificarán, señalándote a ti como responsable y detonante. Pero no es verdad, hija. Son ellos. La realidad es que nuestra sociedad les ha enseñado que son gente importante y que nosotras estamos ahí para ellos, en términos sexuales y en todos los demás.
Por que, si te violan, hija. Si nos
violan. No somos más que las víctimas. No somos culpables. Nunca
responsables de lo que otros piensen que hicimos para promover la
violación. Este aberrante acto solo tiene un culpable: el que viola.
El violador. O los violadores. Y la cultura podrida que los ampara. Nadie más, y nadie menos. No dejes que te engañen
pensando que podrías haberlo evitado si hubieras dicho esto o hecho
aquello porque no es cierto. Ese tipo de monstruos buscan nuestro
dolor, nuestra humillación, nuestro sometimiento para sentirse
poderosos por unos instantes y abandonar un momento ese tremendo
vacío que le debe dar a una persona cuando es gentuza de la peor
clase. Luego se irán a casa a dormir la mona, o a comer con su
familia que le encuentra tan entrañable, o a seguir tomando copas, o
a buscar a su próxima víctima. Y tu vida estará destrozada para
siempre. La tuya. La suya. La de tantas.
Ojalá nunca te pase algo así de forma directa. No
puedo desear, ansiar, otra cosa como madre. Pero si que tengo la esperanza de
que seas capaz de sentir como propia la violación de todas tus
congéneres. Que sepas diferenciar la víctima del agresor, porque
esta sociedad de cloaca no te lo va a poner fácil. Que seas una más
de esta tribu de solidaridad feminista que grita a los cuatro vientos y sin
miedo que ninguna mujer violada estará nunca sola. Que nosotras las
creemos. Que seremos sororidad para ellas, y azote implacable para
cualquier escoria que pretenda seguir haciéndonos daño.
Aquí estaremos. Siempre que las
violen. Siempre que nos violen.
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