domingo, 31 de mayo de 2015

Votos de gatos y ratones



Siguiendo al hilo de las recientes elecciones autonómicas y municipales, tenía ganas de hacer una reflexión sobre un fenómeno que observo a menudo y que me llama poderosamente la atención. Creo que no tiene un nombre científico aún, pero podríamos denominarlo algo así como el “votante tránsfuga” o “voto desideologizado”. 

Vaya por delante que respeto muy mucho el derecho de cada uno a votar a quien le de la real gana, pero también respeto mi derecho a desahogarme como si de una religión se tratase, por eso de no enfermar por exceso de bilis. Y es que no entiendo, por más que me lo expliquen, esa forma de votar que tienen algunas y algunos, que votan en las locales a un color político, y en las autonómicas a otro diferente. Al opuesto. Es relativamente frecuente encontrar municipios en los que gana, por ejemplo, el Partido Popular a nivel local, pero el Socialista a nivel autonómico. Se me ocurren varios municipios extremeños a los que no hace falta mencionar. Que tampoco estoy buscando que me declaren persona mon grata de aquí y de allá.

Este tipo de voto encierra un planteamiento que me parece particularmente erróneo por lo que detrás esconde: un proceso profundo de desideologización del personal. La gente no tiene ideología, ni la busca, ni le interesa. En las poblaciones más pequeñas los casos son más sangrantes porque el planteamiento muchas veces es el siguiente: este tipo me cae bien, le voto. Tú emites tu voto sin plantearte la ideología que implica, y luego pasa lo que pasa. Que el tío majo tiene un partido detrás, y ese sí que conoce algo de su propia ideología, y es ni más ni menos que la directriz que seguirá a la hora de plantear todas las políticas que te afecten directamente en los próximos cuatro años. En definitiva: el voto puede emitirse sin ideología detrás, pero las políticas nunca se harán sin ella. 

Otra cosa es que no diferenciemos la derecha de la izquierda, pero ese es un problema que se soluciona leyendo y trabajándolo un poco, no es imposible. Leerse los programas de los partidos es un buen comienzo. A mí que me expliquen cómo alguien que ha leído el programa popular y el socialista puede dar un voto para cada uno en las mismas elecciones. La sintomatología está mucho más clara que la enfermedad, pero se intuye que el programa ni se ha ojeado, y ese es un indicio de una disfuncionalidad política que a estas alturas de la película no nos deberíamos permitir si queremos sacar algo en claro.

No se trata de sacarse un carnet concreto, ni de rasgarse las vestiduras por un color político si no le sale a uno de las narices. Se trata de diferenciar los intereses políticos que podamos tener de la simpatía o cercanía de una persona concreta. La socialización influye en estas cuestiones, no vamos a decir que no. Es fácil que una persona salga votante del PP si su familia tradicionalmente lo ha sido (Esto es asombrosamente fácil). También es frecuente votas a un color concreto si tenemos un familiar en las listas (cosa no siempre relacionada con la ideología). Pero por otra parte, deberíamos tomar por difícil otras combinaciones que sin embargo se dan, como que un obrero de toda la vida vote a la derecha. Pocas cosas hay más antinatura. ¿Qué pasa? Principalmente, que no se considerará obrero, o que su primo va en las listas, o que se ha tomado alguna vez una caña con una de las candidatas y le cayó muy bien. Quizás ha hecho un pequeño capital a base de partirse el lomo durante décadas y ahora se piensa que sus intereses y los de Patricia Botín son los mismos, en una delirante aliteración política. No obstante, mis gatos tampoco se consideran gatos (creo que no se consideran nada en especial) y sin embargo lo son, se pongan como se pongan. Y si de repente tuviesen dimensión política y se pusieran a votar, por ejemplo, a favor de un proyecto político que impida comer a su especie, yo por lo menos les preguntaría si están bien de la cabeza. Pero si además votasen a los gatos en unas elecciones y a los ratones en otras, pensaría simplemente que saben muy poco del mundo que les rodea. 










 

lunes, 25 de mayo de 2015

Municipales y autonómicas 2015: ¿las elecciones del cambio?



Las elecciones municipales y autonómicas de 2015 podrían pasar a la historia como un punto de inflexión en la política española. Si los resultados suponen o no un cambio efectivo en el futuro de los ciudadanos, habrá que esperar para verlo. Sin embargo es innegable que la grieta del bipartidismo se ha abierto, que el panorama político ahora tiene más de dos colores, y que sin embargo PP y PSOE resisten todavía el envite de las nuevas fuerzas políticas y se desploman, pero despacio. 

El Partido Popular sigue siendo el partido más votado y algunos como Carlos Floriano arriman el ascua a su sardina definiendo, para la sorpresa de todos, como “envidiables” los resultados de su partido, que puede perder ante coaliciones de izquierda los feudos históricos más importantes como la alcaldía de Madrid o la de Valencia, o la comunidad de Castilla la Mancha. Desde 1991, estos han sido los  peores resultados para los populares en municipales. Han perdido más de dos millones y medio de votos en términos generales.  Esos grandes tótems que parecían inamovibles como Cospedal, Aguirre, Barberá, han hecho una campaña especialmente sucia, plagada de mezquinos argumentos a la par tan simples que hasta un niño se habría dado cuenta de la desesperación que impregnaba el intento de algunas por hacerse con votos. Y les ha pasado factura. Afortunadamente la soberbia de Barberá, que amenazaba con identificar a replicantes en la vía pública; las mentiras de Aguirre contra Carmena acusándola de tener relaciones con ETA (argumento aburrido donde los haya) o de irregularidades fiscales inventadas; los escándalos fiscales de unos y de otras a las puertas de la jornada electoral, no han salido gratis a los de la gaviota. Esta vez no. Afortunadamente. 

El PSOE se mantiene como segunda fuerza en número total de votos, pero pierde 700.000 votos respecto a las anteriores. En términos de representatividad hay de todo: desciende a tercera fuerza política en sitios tan relevantes como Madrid, recuperan auténticas joyas de la corona históricamente socialistas Extremadura, y arrebatan feudos populares como Valencia. No obstante, por primera vez, en muchos puntos calientes de la política municipal como Madrid serán un partido clave para formar gobierno pero desde un discreto tercer puesto tras haber sido sobrepasados con creces por coaliciones de izquierdas vinculadas a los movimientos sociales, al 15M y de las que Podemos forma parte.  ¿Sigue el Partido Socialista siendo el partido referente de izquierdas? Más votos que nadie, menor representatividad efectiva y menos peso político en gobiernos clave. Sin duda no es el aspecto que debería tener un partido clave para el giro hacia la izquierda de prácticamente un país entero. 

Ciudadanos ha irrumpido en el panorama de la política nacional (lo cual no le convierte en un partido nuevo), no con la fuerza que se esperaba o se temía. El sistema de pactos que establezcan a partir de ahora allí donde puedan ser una pinza válida los definirá en adelante, y estos movimientos tendrán que ser referentes a la hora de situarlos políticamente, ya que todavía hay cierta confusión respecto al lado político en que situarlos. Por lo pronto, se asume que los pactos vendrán de la mano del Partido Popular, aunque se verá si finalmente se hacen efectivos y bajo qué condiciones. Lo cierto es que no se les espera en el lado izquierdo de la balanza. 

El descalabro de Izquierda Unida puede deberse al auge de las fuerzas de coalición de izquierda y movimientos sociales. Me niego a obviar en este análisis el trabajo encomiable de IU por el cambio político en España. Sus esfuerzos no vienen de ahora sino de muy atrás, y merecen un reconocimiento y un respeto profundo, aunque en términos electorales no lo hayan tenido. Quizás sea el momento de plantear cómo se incorpora a estos históricos luchadores y luchadoras de la izquierda, que deben ser un referente necesario, a los nuevos procesos donde la ideología izquierdista más clásica se diluye entre nuevos planteamientos procedentes de movimientos sociales. Sin duda un punto de encuentro en necesario, y una victoria de la izquierda sin IU es una victoria incompleta.

La tremenda sorpresa ha tenido mano izquierda, y nombre de mujer. Barcelona, Valencia, Madrid: Ada Colau, Mónica Oltra, Manuela Carmena han dado sin duda el campanazo en estas elecciones. Mujeres de izquierdas que estarán o podrán estar muy probablemente en los ayuntamientos más grandes de España, y en una comunidad referente popular como ha sido hasta ahora Valencia. Representan el cambio real, lo ciertamente nuevo.  Lo nuevo es ver estas caras: la de luchadoras que han sido reconocidas -y represaliadas- por su trabajo y por su lucha social. Ada Colau había admitido ser amenazada por su potente lucha contra los desahucios. Mónica Oltra es una sonada replicante contra el gobierno de Camps, que ha llegado a ser expulsada del Parlament por vestir camisetas incómodas para la bancada popular. Manuela Carmena es una vida entera de lucha en diferentes causas. En opinión de una servidora, ellas son las caras del cambio tras estas elecciones: representan la coalición, la unión, el trabajo en equipo, el sacrificio por el bien común. No son ellas sino todo lo que tienen detrás, especialmente la ilusión de tantas personas que quieren ver formas realmente nuevas al frente de sus instituciones.Ahora es el momento de ampliar estos procesos, de seguir trabajando por integrar una izquierda cada vez más amplia, donde quepan los diferentes matices que la actualidad política plantea. Un auténtico frente popular liderado por la decencia y la horandez debe ser la siguiente asignatura pediente. 


Alba Sánchez