miércoles, 25 de febrero de 2015

Reflexiones sobre el debate sobre el estado de la nación 2015



Iba a titular este artículo “vergüenza”, pero me he parado a pensar que han sido ya varias las veces que he recurrido a este título. Nada sorprenderé si digo que después de este título viene de forma casi obligada una reflexión sobre la actuación del gobierno, partido o presidente de España. ¿Casualidades de la vida?

Ayer se celebró el debate sobre el estado de la nación. Probablemente una de las citas más importantes de la política nacional, y de la que lamentablemente demasiados ciudadanos y ciudadanas pasan cinco pueblos. Yo soy una de esas raritas que se traga las intervenciones, las tengo de fondo mientras trabajo y no desisto por mucha gilipollez que escuche (que son muchas). El mitin de Rajoy me lo he comido entero, no sin la jaqueca correspondiente ante tanto cuento chino. Mariano en el país de las maravillas, podríamos haber titulado a su intervención. Cantidades ingentes de autocomplacencia, el presidente encantado de haberse conocido, solo le ha faltado tirar de “España va bien”. No esperaba menos del vocero de Merkel, me ha parecido patético, aunque no sorprendente.  En cualquier caso la intención de este artículo no es la de resumir la sarta de mentiras escuchadas, sino más bien hacer una perspectiva sobre la actitud del político medio (mediocre) español. 

En primer lugar, Rajoy pataleando ante el discurso de Pedro Sánchez habría sido bastante cómico si se hubiera ahorrado el insulto. Efectivamente, no le mentó a la madre al señor Sánchez, pero en términos políticos, decirle al secretario general de un partido, y por ende portavoz de una parte de la población a la que representa, que "novuelva usted aquí a decir nada", es un insulto propio de un macarra que ni cree en la democracia, ni la entiende, ni la reconoce. No se puede decir semejante barbaridad a un representante democrático. No se puede. Y punto. Por que el Parlamento precisamente está para eso, para decir cosas, las que a uno le de la gana, y deberían poder decirse con libertad y sin necesidad de aguantar a cambio impertinencias.

Además de ésto, lo que me ha dejado más boquiabierta es la enorme cantidad de desvergüenza que cabe dentro del hemiciclo. No creía yo que el edificio diese para tanto. Una vez terminada la réplica de Mariano a Pedro Sánchez (PSOE), ha habido una desbandada de diputados mayoritariamente populares, aunque también socialistas. Ya está, se bajó el telón del bipartidismo y lo que tenga que decir el resto de los “pringaos” que conforman la cámara que representa a todos los españoles, nos importa un carajo. Para mí, ese fue el mensaje. Que tenían prisa, oiga. Que les cierran el chino y se quedan sin pan para la cena, que les cierran el metro, que se va el último autobús, que tiene que irse la niñera. Increíble. La próxima vez que la España de Rajoy me de un trabajo pienso escaquearme con las mismas: "yo me voy, que ya he tenido suficiente". Como no lo llevan en el sueldo. Como no tienen dietas de alojamiento. Como no tienen morro, se van sin más de su lugar de trabajo en una de las jornadas más importante. Casi ná.

No sé quién narices se piensa esta gente qué es, o si acaso tienen claro en qué consiste su trabajo, por el que cobran con creces para cómo se comportan, sin un resquicio de educación a la vista, de decencia política, de modales básicos. El debate del estado de la nación no es la feria de tu pueblo, a la que vas y te vuelves a casa cuando te sale. Se trata más bien (o creo que debería tratarse) de un intercambio de opiniones y propuestas sobre la situación política actual. La actual, insisto, no la de hace ocho años, ni la de dos, la de ahora. En lugar de ese ejercicio de democracia tenemos un circo donde el bipartidismo sigue siendo lo único que importa, y lo que digan los demás, simplemente no interesa. Acaba el PSOE y para muchos la fiesta ya ha terminado. 

Alberto Garzón es mi candidato a la presidencia del gobierno, lo digo desde ya y sin tapujos, y por eso voy a hablar de su intervención, porque es en la que yo particularmente me he sentido reflejada, porque por unos minutos he tenido la impresión de que mi opinión se escuchaba en el Congreso. Pero no, tampoco he venido a vender a Garzón. Sin embargo y puesto que es mi representante, tengo todo el derecho del mundo a sentirme ofendida ante la condescendencia de Rajoy en su turno de réplica, hablándole a un dirigente político de la izquierda ( que desde mi punto de vista ha estado muy a la altura de su cargo en su primer debate) como si de un niño de teta se tratase, con batallitas de abuelo cebolleta incluidas, contando su vida como si a alguien le interesase, sin responder ni a una sola de las acusaciones, ni a una sola de las propuestas (esto no lo ha hecho con Garzón, ni con nadie). Qué falta de seriedad. Qué poquísima altura política. Qué penosa manera de debatir, haciendo guiños y chascarrillos para los pocos que quedaban en su bancada, que no dudaban en reírle las gracias a risotadas. Llamarlo circo es llamarlo demasiado para lo cutre que resultó. 

Luego tenemos a la presidenta de la Cámara jugando al Candy Crush, para poner el colofón a un día de tremendo ejercicio democrático. Me río por no llorar, porque luego esta gente van por Europa y por el mundo pretendiendo dar lecciones de desarrollo democrático, y no son capaces ni de hacer con que escuchan un debate político, ni de responder con argumentos y no con intervenciones pre-redactadas que igual cuadran con lo que se les ha espetado, o igual no y les importa un carajo. Siempre pienso para mí que el próximo año no perderé mi tiempo viendo este teatro absurdo, pero se que probablemente lo haré. No por masoca, sino porque creo que es importante saber qué se cuece ahí dentro, aunque indigne, decepcione, aunque te entren ganas de largarte del país para no volver. De momento esto es lo que tenemos, y es importante saberlo porque solo así seremos totalmente conscientes de las cosas que deben cambiar y por qué. 

Alba

miércoles, 4 de febrero de 2015

Un artículo que me hubiera gustado no tener que escribir...

  En memoria de Patricia Heras, 
y en homenaje a todas las víctimas del 4F


Hace algunos meses caminaba yo por Asturias con una de estar buenas personas con las que te tropiezas de vez en cuando por la vida sin darte ni cuenta. Compartíamos conversación sobre lo divino y lo humano -como buenos peregrinos-, realmente no recuerdo de qué hablábamos exactamente para que la charla fuese a parar a un misterioso documental sobre unos aún más misteriosos hechos acaecidos en Barcelona no muchos años atrás. Mi compañero no recordaba el título y por lo visto había sido una película silenciada hasta decir basta así que lo normal era estar como yo, sin haber oído ni media palabra sobre Ciutat Morta. Como todas las historias truculentas, esta me sedujo ya con pocos datos, me provocó tremenda curiosidad, pero poco podía investigar sin saber ni el nombre. Pasaron los meses y un día facebook se llenó de referencias a ese documental porque había sido emitido previa censura en TV3. Supe que era aquel del que hablábamos por los caminos asturianos, no tuve duda.

Pasé varios días bebiéndome toda la información que calló en mis manos sobre aquellos acontecimientos del 4F. Devoré el blog de Patricia Heras, artículos, declaraciones de Rodrigo Lanza, de su madre. Y por supuesto vi el documental. No daba crédito. Puedo asegurar que es de las historias más terroríficas a las que me he asomado últimamente. El pavor que me provoca radica en lo real del asunto, la vulnerabilidad total del ciudadano en manos de los perros del poder me pareció tan escabrosamente cierta que me inundó la terrible sensación de impotencia. En una democracia no cabria este navegar incierto entre el azar de estar en el sitio "erróneo" en determinado mal momento, y la mala intención de las instituciones acorralando a ciudadanos inocentes, maltratados, torturados, ninguneados y vulnerados en hasta el último de sus derechos más básicos.


A grandes rasgos, el 4 de febrero de 2006 un agente de la Guardia Urbana de Barcelona resultó herido de gravedad en el desalojo de una fiesta que se celebraba en un edificio okupado (de tiempo atrás) que era entonces propiedad del Ayuntamiento de Barcelona. Las evidencias científicas confirmadas por varios peritos apuntan a que la lesión debió ser causada por un objeto contundente caído desde arriba (probablemente desde un balcón). Sin embargo, se detuvo a varias personas a pie de calle y se les acusó de haber lanzado una piedra a la cabeza del agente que quedó en coma. No solo esto. Cuando se llevó a los detenidos al Hospital del Mar a curar heridas de torturas, se detuvo a otras dos personas que estaban allí y que tenían cierta estética que pareció cuadrar con el relato de los hechos que estaban inventando. En este caso un peinado llamativo bastó para desgraciar la vida de dos personas, una de ellas al cabo de los años y ya condenada a pena de cárcel, no podría soportar la presión de todo lo vivido y decidiría terminar con su vida. Todo ello para tener reservar de chivos expiatorios, porque al fin y al cabo, si no lograban acusar y condenar a alguien como autor del homicidio (en su momento se creía que el agente moriría, fianlmente quedó en estado vegetativo), el responsable subsidiario sería el dueño del edificio. ¡Bingo! El Ayuntamiento de Barcelona, con Joan Clos al frente en aquel momento, un hombre que cambió su versión de los hechos para adaptarlas a las necesidades de la nueva acusación, y que luego -como detalle- fue nombrado ministro en un gobierno de Zapatero.

Y no, no voy a contar la historia al completo, porque no lo voy a hacer mejor que Xavier Artigas y Xapo Ortega, solo diré que he sentido vergüenza, miedo y una profunda rabia por lo que le hiceron a esos chicos la policía, la jueza, el Ayuntamiento de Barcelona. No pestañearon al criminalizarlos por su estética, al pasarse por el forro opiniones científicas que avalaban su inocencia, al torturarlos y permitir que los torturasen mirando hacia otro lado, para que una institución "respetable" no saliera salpicada de su propia mierda. Y si, me he posicionado abiertamente y me he tragado todo lo que decía el documental, llamadme ilusa, pero es que es tan obvio el dolor, es tan obvia la injusticia que la única objetividad está del lado de esa gente, de los que defendieron y defienden su inocencia, de cuyas vidas fueron malogradas por una pandilla de desalmados.

Ojalá en algún momento encuentren algo parecido a la justicia, ya que después de todo lo vivido no creo que se pueda hacer justicia total. El propio Rodrigo Lanza afirma que el no cree en la justicia y no le culpo. Para él, para ellos, no hubo ninguna. Ni siquiera la solidaridad de un pueblo desinformado, ni siquiera la denuncia de solo una persona que dentro de esa amalgama de piezas que componen un proceso de esas características hubiera levantado la voz para decir que algo no iba bien. Nadie. Ahora que empieza a conocerse, parece que son más las voces que se alzan para denunciar esta demencia, que lamentablemente no es un caso aislado. Señoras y señores, en España se tortura, se miente desde las más altas instituciones, se encarcela a la gente por montajes policiales y judiciales, se juega alegremente con la vida y la felicidad de los inocentes.
Esta pasando aquí y ahora.
Despertemos.

 Alba Sánchez.