jueves, 27 de mayo de 2021

Cuando vivir en un arte...

 

Hace más de tres años que no escribes por aquí. Espero acordarme de cómo solías hacerlo. Con la insistencia y la disciplina autoimpuesta de quien ama profundamente juntar letras y además, no tiene dos hijos pequeños.


Antes de lanzarte a escribir éstas líneas, que seguro quedarán desordenadas, has paseado por los artículos que solías dejar aquí, en la más cutre, duradera y auténtica página que has tenido, de las muchas que has currado con tus innumerables proyectos. Has dado una vuelta por aquí, donde hay más Alba que en ningún otro rincón de internet, que en ninguna red social. 

 

Has leído los artículos de aquellos primeros años, cuando te cocías en la salsa de la facultad de Ciencias de la Información de la Complu, entre litros de kalimotxo, manifestaciones, activismo y rojerío del bueno. Algunos te dan vergüencilla, tienes que reconocerlo, pero como te la dan las fotos de los álbumes familiares. Ese rubor en el que no dejas de reconocerte y que al fin y al cabo, te hace sonreir.


Leyendo has podido observar cómo pasabas por etapas profesionales, identitarias, ideológicas, de distintas sensibilidades. Cómo te fuiste construyendo en aquel proceso en el que tuviste la oportunidad de cumplir algunos de tus sueños profesionales (como esa entrevista con Anguita, o aquella radio de Villaverde donde eras tan jodidamente feliz...) y en el cual algunas veces y como corresponde a tu oficio, tuviste que hacer de mercenaria. Hoy la Alba de 2021 te dice a ti, a la de 2010 a 2018, que todo sirvió, que todo estuvo bien, que te hiciste a ti misma de una manera honesta y sincera.Y en el fondo lo sé porque siempre me gusta volver a esta casita digital que son los Días Inciertos para mirar por esa ventanita del tiempo. Cuanto más inciertos los días, más ganas me entran de volver.


También has podido leer ese proyecto que salió del fondo de tu corazón: Cartas a Uve. No te preocupas por él, sabes que sólo está descansando porque, como los buenos vinos, necesitan su reposo para ofrecer sus matices más brillantes. Ahí ya estaba ella en tu vida, la que lo iluminó todo, hasta tu modesto arte literario. La que encendió más aún tus ganas de cocinar un mundo nuevo para que fuese ella la que se lo comiese a bocados. La que te revolucionó más que nada antes. Y eso que tu venías bien revolucionadita de fábrica, querida.


Déjame contarte, Alba de 2018, que ella ya no es la única de tus luces. Está su hermano, que con su poderío, bien merece una de Cartas a Eme. Déjalas por aquí, querida. No hay lugar mejor que Los Días Inciertos, donde tanto te has desarrollado y tanto has honrado a tus pasiones, para honrar a los amores de tu vida. Nunca nadie que mereciera tanto tus letras, te quitó tanto tiempo para escribir. Sobre esas paradojas vas a aprender mucho desde 2018, Alba. Paciencia con todo.


Quien eres, ahí está. Viviendo una etapa. La que sea. Ahora sé que a veces te parece que te has olvidado de aquella chiquilla que se comió unas croquetas de jamón con Willy Toledo en Lavapiés, que se emocionaba cada 27 de septiembre en el cementerio civil, que estudió la carrera más bonita del mundo, que gustaba de antros mucho más que de las discotecas de moda, que vistió melfa en las calles de Mauritania, que viajaba donde pillase y siempre con mucho menos miedo que dinero y muy poco de este último. Esa chica que creía de verdad -como cree todavía- que el mundo iba a cambiar a mejor. Aquella niña bajo cuyos pies ardían las calles del Madrid más bonito que nunca exprimió una muchacha de provincias. Aquella chiquilla y sus sueños viven en ti y en ti esperan.


Querida Alba. Todo va a estar bien. Vas a volver a escribir. Vas a volver a mostrarte. Tu piel terminará de mudar pero tu esencia, esa que siempre fue la misma, permanece aún contigo, aunque a veces sientas que se la llevó el huracán de la maternidad para dejarte recitando de memoria capítulos de la Patrulla Canina. A ti. Que tanto tuviste que decir en su día. A ti, que eras el terror de todos los botellones por panfletista y mitinera. A ti, que los pocos que aún te recuerden de entonces estarán de acuerdo en que tenías, sobre todo, sangre en las venas y unas ganas tremendas de ayudar a construir un mundo más justo. Las mismas que aún tienes, que esperan como te esperan siempre Los Días Inciertos. Como te espera tu verdad, como te esperas tú, con amor y paciencia.


Aquí seguías, vieja amiga de 2010, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 18. Aquí estabas, compañera del compedio de mujeres que ahora te forman, a tus treinta y tantos. La Alba más bonita de todas, a tus ojos. La que, como Lorca, bordó en la bandera de la libertad el amor más grande de su vida. Ya solo con permiso de los dos trocitos de su corazón que saltaron al mundo.


Bienvenida de vuelta a casa. En estos Días Inciertos.