Que
Mariano y su séquito se pasan por el arco del triunfo la sesión de
control es más que un hecho. Recordemos que esta práctica es
obligatoria, de lo contrario habría hecho como con el debate sobre
el Estado de la Nación y se lo habría devorado en su empacho de
mayoría absoluta. Todo muy democrático, no cabe duda. Con
minúsculas y no por accidente.
Están
los señores parlamentarios haciendo valoraciones de uno y otro lado
sobre el posible rescate, la palabra más repetida de los últimos
tiempos. Esto lo se porque la decadente televisión pública que ha
sobrevivido a la remodelación populera me deja ver algunos trozos de
la actividad de mis representantes, que no es que me representen
mucho pero técnicamente lo son. Nada de riguroso directo, solo
pequeñas tapitas de información que hacen posible el posterior
corta-pega para sacar en unos pocos minutos de informativo lo que
está pasando hoy en la Cámara, o lo que ellos quieren que veamos.
En fin, seguimos en nuestra línea de buen periodismo.
No es que
yo opine que ver a esos artistas del circo montando su función de
trapecistas de las cifras y malabares del palabrerío vacuo sea lo
más divertido del mundo, pero la posibilidad de seguir las sesiones
del Congreso debería ser un hecho desde que la televisión entró en
las casas de los españoles. Las sesiones son abiertas y ni Perry va
al Congreso, menudo paseo. Si quisiéramos ir todos en un ejercicio
de nuestro derecho, no cabríamos. Y lo más importante: no quieren
que veamos todo lo que allí pasa minuto a minuto, nos han alejado de
ellos muy adrede.
Es mejor
rellenar estos espacios en la televisión que pagamos entre todos con
una entrevista descafeinada con alguien que ni es de actualidad ni
tiene en este momento mucho que decir: Trinidad Jiménez, que a estas
alturas de la mañana se dedica a recordarnos las bondades del
gobierno de Zapatero. Qué romántica. Después los medios preparan
su cocktail cogiendo de aquí y de allá y nos enteramos de más bien
nada de la sesión de control al gobierno. Ese es el control que
tenemos sobre lo que pasa en nuestras Cámaras: cero. Aunque algo de
culpa tenemos cuando ni lo tenemos ni lo exigimos.
Si bien
la mala praxis política de nuestro país -algo tan extendido como la
siesta- nos ha alejado en un primer momento del seguimiento de la
actividad de nuestras instituciones, este es sin duda el momento para
dar la vuelta a esta tortilla. Ahora más que nunca deberíamos
exigir un control total, deberíamos tener todos nuestros sentidos
puestos en cada detalle que se de en el Congreso, deberíamos ser
unos ciudadanos implacables en el arte de no darles tregua, y exigir
lo que es un derecho: saber lo que pasa. Sin que nadie lo filtre, sin
que nadie lo adorne. Para eso pagamos con nuestros impuestos un medio
de comunicación, no para ver reposiciones de series de mierda ni
películas de Paco Martínez Soria.
Nosotros
también queremos controlar, y la Soberanía Popular que defendemos
así exige que lo hagamos. Acerquemos de nuevo nuestras miradas a
todo lo que hagan y no pasemos ni una. Eso es un ejercicio de
Democracia mucho más potente que el ir a votar cada cuatro años y
olvidarse después.
Se habla
en el Congreso del rescate, y se pasan la bola con esas frases hechas
sobre la “herencia recibida”, la “falta de transparencia”, la
“valoración de las condiciones” y bla bla bla. Patraña todo. Lo
único cierto es que llevan meses utilizando palabros como
“porcentajes”, “primas de riesgo”, “puntos básicos” y
demás terminología económica para tratar lo que supondría un
drama humano y social para la sociedad española. Tal es su
indecencia.
Nosotros
no somos números ni promesas electorales, no somos porcentajes ni
puntos básicos. Somos personas y familias a las que se va a
sacrificar por un puñado de euros, cuyo trabajo y generación de
riqueza va a ser exprimida para dársela a otros en caso de ser
rescatados. Esa es la realidad des rescate y ahí, no hay condiciones
que valorar salvo que o se está con el Pueblo o se está contra el
Pueblo, que será al que pretendan hacer una vez más pagar los
platos que otros rompieron.
Yo digo
no al rescate, no a una España que hipoteque a mis bisnietos por la
avaricia de cuatro desalmados. Yo creo en un plan de recuperación
nacional fuera del euro. Yo estoy dispuesta a “apretar el
cinturón”, como tanto dicen -en especial los de aquellos que
tienen más agujeros para apretar-, pero por la recuperación de mi
pueblo y por un futuro de todos, no para inflar más aún el ego y
las arcas de doña Merkel. No para ella. Para nosotros. Y nunca a
costa de derechos ganados con lucha y que son de justicia, nunca a
costa de la sanidad de todos, de la educación de todos, de derechos
laborales o de pensiones. Nunca para que otros sigan viviendo como
viven a costa de quienes ya no podemos más.
En mi
idea de rescate entran entre otras cuestiones la supresión de
parásitos chupópteros de dinero público: veáse Casas Reales
estandartes del arcaísmo más medieval, sueldos desorbitados para
representantes públicos, dietas injustas, ayudas a la banca o
inversiones en modelos de desarrollo insostenibles basados en la
farándula más frívola, y que no representa al pueblo español por
mucho que se empeñen -si, me refiero a Eurovegas-.
También
la apuesta por lo público, por la nacionalización de los servicios
que deben ser de todos como los suministros o el transporte, por la
formación accesible y de calidad, por la promoción de la sanidad,
de la investigación, de la universidad libre y de los sectores
realmente productivos como la industria que fue desmantelada o la
agricultura que desde siempre ha sido de vital importancia en España
y la gran olvidada en materia de fomento. Eso para empezar.
Lamentablemente
creo que seremos rescatados, pues seguimos en la corriente del verlas
venir sin tomar aún de forma sonante la sartén por el mango.
Seguimos creciendo en nuestro planteamiento de alternativas y eso
está bien, pero es lento. Cada día cuenta para hacerles saber que
tenemos nuestros propios planes para nuestro propio futuro, y que su
ilegitimidad es un hecho en nuestras conciencias políticas -que las
tenemos- desde el día que traicionaron a su pueblo en favor de
cifras y números que nada tienen que ver con la dura realidad de las
familias que sufren víctimas de la crisis que ellos han creado y que
pretenden hacernos pagar, y que lamentablemente serán muchas más y
por mucho tiempo si llega ese temido, maldito rescate.
¿qué?¿como se nos queda el cuerpo? más alto se puede decir pero no más claro.
ResponderEliminar¿hacemos algo como pueblo y la fuerza que eso da ó nos dejamos que nos undan más y más en la miseria? eso sí comiendo en el pesebre de sús mentiras ó esperar a poder ser como ellos para tener privilegios.
¡qué pena!