jueves, 14 de diciembre de 2017

Justicia



 En Memoria de Patricia Heras


Por supuesto que hoy ha habido un detonante. Un recuerdo. Un caso que me ha llevado a querer reflexionar para ti sobre el significado de la palabra justicia. De todas maneras, el asunto en concreto pierde su relevancia cuando asistimos día tras día a tantos espectáculos donde la justicia se quedó en casa. Cualquiera, a estas alturas de estas pobres cuatro líneas, tendrá ya en su cabeza su ejemplo particular. Así pues, no nos perderemos en la anécdota, ya que hemos venido a pensar el concepto.
Quizá lo primero que tenemos que responder para nosotras mismas sobre el concepto de justicia es si creemos realmente que esta palabra tenga un significado. Si respondemos que sí, que la justicia significa, importa, que es un valor irrenunciable, que la queremos en el mundo. Y si aún a riesgo de adscribirnos peligrosamente a tanto blablablá enlatado en definiciones vacías de diccionarios con caries, nos declaramos defensores de la misma, entonces, podemos partir a un análisis nada sencillo. No obstante, muy necesario. No podemos declararnos a la primera de cambio buenas personas si no tenemos grabado a fuego lo que significa la justicia, o al menos estemos en el camino de querer descifrarlo activamente. 

Porque la justicia, querida Uve, es un concepto activo, es decir, no se define a sí mismo sino que la definimos cada persona. Normalmente incluso adaptándola a nuestras peculiares maneras de ver el mundo. Lo que para unos es justo, no lo es para otros. Y ahora viene el rizo más grueso del meollo, la justicia universal. ¿Existe? ¿La tenemos? ¿La buscamos? ¿La exigimos? Como ves, fácil, lo que se dice sencillo, no es definir la justicia. 

Mucho más fácil es sentirla, porque ahí está lo importante. Cualquier persona de valores cultivados, humanistas, solidarios, empáticos, observadores. Cualquiera puede identificar dentro de sí el sentir de la justicia. Es ese aleteo interno que te dice cuando una cosa está bien o está mal. Al final el bien y el mal se rigen mucho por la senda de la justicia. Y si alguna vez dudas, que lo harás constantemente, sobre si algo está bien o está mal, puedes acudir a esta extraña y desesperada explicación que pretende darte la herramienta clave: la justicia, es buena, está bien, y además es necesaria. No quiere decir que sus consecuencias sean agradables, deseables, o esperadas, pero son las que tienen que ser para que las interacciones de cualquiera con la vida y con el resto de vidas, vayan por el mejor de los caminos posibles.  

A diferencia de lo que nos venden en el montaje del decorado social, que pretende retener conceptos tan abstractos y sagrados para someterlos a edificios, cargos, togas y normas escritas, la justicia no necesariamente está en el sistema judicial y de hecho, muchas veces escasea por allí. No se la ha visto aparecer por casos sangrantes como el de Marta del Castillo, las niñas de Alcasser, Nagore Laffage, Alfon,  y bueno, una buena ristra. Seguro que también hay quien ha encontrado la justicia administrada golpe de mazo, que no digo yo que no, pero lo que intento que entiendas es que no siempre es así, y sobretodo que la justicia no es una materia sobre la cual alguien ostente potestad alguna. Al final, todos tenemos nuestra justicia, y por encima de todas ellas está la de verdad. 

No te olvides, hija, de que la justicia es un concepto meramente humano. No te compliques la vida analizando si el justo que el león se coma a la pobre a indefensa gacela, a la que un injusto destino ha privado de dientes. Esta norma no les rige a ellos, los animales, sus comportamientos no se pueden ceir a nuestras definiciones de valores, porque éstas han sido creadas por y para nosotras, las personas, la humanidad, y nuestras interacciones con el entorno. Y cuidado también con este ejemplo porque, que un animal no sea sujeto ejecutor de justicia o injusticia, no quiere decir que no sea merecedor de la misma. La justicia es una responsabilidad humana. Fíjate bien: una responsabilidad. Porque los seres humanos somos los únicos (conocidos) con capacidad para ser justos o injustos. La justicia es la motivación que nos debe llevar a discernir sobre qué podemos o no podemos hacer, sobre dónde están los límites y las consecuencias de nuestros actos tanto en sentido individual como colectivo. Es una forma de entender la vida, un pilar que debería ser fundamental en la forma en que nos enfrentamos al mundo. 

Yo deseo que tú seas capaz de desarrollarla entre tus valores. La mereces como cualquiera, respétala aunque no veas a mucha gente haciéndolo a tu alrededor. Ser justa muchas veces es renunciar, siempre es compartir, delegar, dar oportunidades, abrir y cerrar puertas, pasar páginas, olvidar o no hacerlo. Vivir acorde al valor de la justicia es querer lo mejor para nosotros y también para los demás, sin prioridades ni jerarquías, rechazando esas fórmulas arcaicas y antisociales de “primero lo mío y luego, lo de los míos”, no creer que nadie está por encima de nadie, defender los derechos de todas y de todos y la resolución de cualquier conflicto siempre de acuerdo a la verdad demostrable y al análisis sereno y serio de cada circunstancia. 

Supongo que a estas alturas de la carta ya te estarás riendo de tan romántica visión de la justicia. Pensarás en tu madre, tan trasnochada ella, defendiendo actitudes tan difíciles de encontrar en una sociedad en la que todos barremos para nuestra casa. En este punto, no tengo más remedio que lanzarte un reto: rema a contracorriente. Donde todos avaricien, tu entrega y reparte. Donde todos juzguen, tu analiza y observa desde la razón. Donde la gente mienta, tu eleva la verdad que conozcas. Cuando todos miren hacia otro lado, tu señala el desatino, la crueldad, el pasotismo, el abuso, el acoso. Mientras todos crean lo que les cuentan, tu cuestionalo siempre todo. Cuando te digan que no se puede hacer nada para cambiar las cosas, tu hazlo. Porque podemos empezar por nuestra casa a cambiar el mundo, un mundo sediento de justicia hasta el delirio. 

Practica la justicia, enamórate de ella y nunca sueltes su mano. Dos personalidades históricas bien dispares perfilaron con sus reflexiones el concepto de justicia que he construido para mí, y que ahora quiero que sea para ti. Uno decía que tenemos que ser nosotras mismas el cambio que queremos ver en el mundo. Otro decía a sus hijos, como yo hoy quiero decirte a ti, que ojalá seas capaz de sentir cualquier injusticia cometida contra cualquier persona en cualquier parte del mundo, porque esta es la cualidad más hermosa de una persona revolucionaria, de las que verdaderamente tendréis alguna opción real de cambiar el mundo.

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