Si consiguiera que diferenciases rápido y bien estos dos
conceptos, qué feliz sería, qué tranquilidad me daría, qué buen sendero estarías eligiendo para observar con cierta distancia el circo capitalista.
Soy consciente del mundo al que te he traído, de la
civilización que habitamos, de sus motores y de sus combustibles. Y me preocupa que los conozcas para que el
teatro mundo no te engañe más de la cuenta. Lee esta carta, querida Uve, cada
vez que dudes o creas confundir lo que vale algo de lo que cuesta. Y si después
aún dudas, no te olvides de observar tu corazón, pues el valor, que es lo único
importante, reside ahí mismo.
El precio tiene una importancia capital en los movimientos
de la historia, de las sociedades y de los individuos. El valor… Creo que el
valor muchas veces no se comprende. Y me duele que se confunda una cosa con
otra, porque evidencia nuestra frialdad y capacidad calculadora por encima de
nuestra capacidad de sentir.
Poner precio a algo, no es valorarlo. Hija. Métete eso en la
cabeza. En todo caso, es tasarlo. El precio son números: sumables, acumulables,
divisibles, multiplicables, pero solo eso. Cifras. El valor es más abstracto.
El valor es el termómetro de la importancia vital de una persona, de una vida
animal o vegetal, de un ecosistema, incluso de algunos objetos.
Normalmente lo que más valor tiene, no tiene precio.
¿Qué precio le pondríamos al aire que respiramos? ¿Y al sol
que cada día nos manda sus rayos de vida? ¿Podrías tasar la sensación de
compartir tiempo con las personas que quieres? ¿Cuánto pagarías por un recuerdo feliz? ¿Qué billetes aceptarías a cambio de una de tus convicciones más profundas? ¿Tienes algún objeto que no
cambiarías por nada del mundo? Si esta última respuesta es un sí, pregúntate a ti
misma, por qué ese sí. Sobretodo, si no has encontrado respuesta para las preguntas anteriores.
Espero que sea un sí de corazón. Un sí que nazca de que algo
te remueve por dentro solo de pensar en perder ese “algo”. Que también puede
ser un “alguien”, un momento, un entorno, una oportunidad. Ese instinto de
conservación de las cosas que te importan, es el valor que les das. No hace
falta que tengan un alto precio en tasación. El valor es irreductible a números,
es inmune a las matemáticas.
A ver si consigo que lo entiendas. El valor es un recuerdo imborrable.
Una experiencia irrepetible. Una persona especial. Alguien a quien amaste. Una infancia feliz. Una abuela
irrepetible y las pocas cosas materiales que dejó tras su último viaje. Un paisaje de ensueño. El
aire que respiramos. Los animales que acompañan el poco equilibrio que le queda
a la naturaleza que habitamos y que nos da la vida. El valor siempre va de la
mano de las mejores cosas de la vida.
Cuando un objeto material tiene auténtico valor, es porque
ha estado ligado de forma muy especial a la vida. Por eso no queremos perder,
por ejemplo, un regalo especial que nos hicieron, porque en él está impreso el
amor de una persona hacia nosotras. Por eso seguimos guardando ese juguete
roñoso que nos recuerda que una vez, fuimos felices niñas. Por eso sufrimos si perdemos algo de alguien
que ya no está, por irrecuperable, porque parece que ese pequeño aliento de
recuerdos que nos da esa “cosa” se pierde un poco más con ella. Ese es el
valor. Al menos, así lo entiende tu madre. Ojalá quieras entenderlo también tú
así, y aprendas a valorarlo todo desde la felicidad que aporte a tu vida.
Hay quien te dirá que todas tenemos un precio, refiriéndose
a las personas. No les creas. Muchas lo tienen. Otras no. Procura rodearte de
éstas últimas. De personas de valores y que sepan valorar y no poner precio.
Porque insisto. No es lo mismo. No es ni parecido. Vivimos en una sociedad tan
podrida que tendrás que ver como unas personas compran y venden a otras, como
algunas incluso lo justifican. Como se pretende poner precio hasta a los rayos
de sol. Como se confunde una y otra vez lo valioso con lo caro, y como
demasiado a menudo detrás de lo más caro y opulento hay una brutal falta de
valores. Diamantes de sangre. Minerales impregnados de muerte en nuestros
teléfonos móviles. Brutalidad y maltrato animal tras los manjares más exclusivos. Coches de lujo que además, son los más contaminantes. Y
millones de seres humanos que aún prefieren acumular y no valorar. Que miran hacia otro lado aún sabiendo que hay precios que no deberían pagarse, por cordura. No seas de
ellos, hija. Apuesta por dar valor a las cosas que lo tienen e ignora los
cantos de sirena del consumismo y las falsas promesas del capitalismo depredador.
El precio solo va de la mano del dinero. Y el dinero no vale
nada. Ni siquiera el que ganas trabajando porque, ¿sabes? Esas monedas y
billetes, o esa cifra que asciende en la pantallita de un cajero automático, de
por sí, no tienen valor. No lo tendrían sino porque simbolizan tu esfuerzo, la
recompensa a tu honradez y a tus ganas de ganarte la vida y a disfrutarla. El valor del dinero
no es el billete ni lo que puedas comprar con él, es lo que significa: dignidad
y nobleza si se gana limpiamente. Vergüenza y desfachatez si se obtiene por
malas artes o si llega sin esfuerzo. El dinero es una herramienta, aunque
también es una energía que a mí no deja de parecerme algo turbia cuando observo
cuántas veces es capaz de sacar lo peor de las personas. No busques dinero en
la vida, hija. Ni nada que lo simbolice. Busca darle valor a tu existencia, y utiliza el dinero como la
herramienta que es, pero no lo idolatres, ni lo acumules, ni mucho menos te
jactes de él.
El dinero va y viene. Los precios suben y bajan. El valor es
para siempre. Quizás por eso los banqueros y economistas quisieron apropiarse
del término, para que una cosa que no vale nada, pareciera tener valor. Pero
olvídate, Uve. La vida, es otra cosa. Los valores son patria y bandera,
construcción personal, y refugio. Acumula valor y valores en tu vida y deja que te ayuden a crecer como persona. Cuídalos y defiéndelos siempre y no cometas
el error de venderlos ni ponerles precio. No vaya a ser que le demos la razón a los idiotas que se creen que se puede reducir a números lo que solo de corazón entiende.
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