Nadie
nos advirtió que extrañar
es
el costo que tiene los buenos momentos
Mario
Benedetti
Me
encanta sentirme patriota de tus carcajadas, de tus picardías, de
tus mimos y de tus ocurrencias. Adoro pertenecer a tus comienzos, a
tus logros y a tus aprendizajes. Es increíble formar parte de la
construcción de la patria de alguien, de la tuya: de tu infancia. He
leído atribuida a diferentes autores la frase de que la patria, es
la infancia. Sin saber señalar el autor verdadero de semejante afirmación, no puedo estar
más de acuerdo.
Patria
es una de estas palabras tan desvirtuadas y tan asociadas a ideas
dispares que su definición se hace imposible sin implicar
sentimentalismo. Primero la asociamos a nuestro país, porque así
nos lo enseña la sociedad que ha de atraparnos. Nos convertimos en
patriotas de bandera o de himno sin saber a ciencia cierta de dónde
vienen las cosas que idolatramos. Nada tan vacío y tan rancio como
los patriotas sin memoria, sin historia, sin conocimientos sobre su
propia pertenencia, sin preguntas, gente que asume que todo lo suyo es lo mejor sin
cuestionar nada y sin asomarse a otros balcones. Los reconocerás por frases enlatadas del tipo: "como en
(pongamos aquí el nombre del país/ciudad/pueblo de cada cual) no se está en
ningún lado", o "somos la envidia de Europa porque (tal y tal cosa)".
Me
gustaría poder explicarte el sentido que para mí tiene
la palabra patria. Tu madre, como de costumbre, pretendiendo explicar las cosas más "facilitas". Patria significa pertenencia, arraigo, identidad. Esto
no tiene porque reflejarse en una bandera, en un idioma o en un himno
(que puede ser). Creo que va mucho más allá. Patria es hogar, es tu
hogar. Puede ser una casa, un pueblo o una ciudad, un recuerdo, un
objeto, un olor, un rostro, un viaje. Puede ser cualquier cosa donde te
encuentres a ti misma. Y si eres observadora y curiosa, difícilmente
vas a conformarte con una sola patria. Por eso los culos más
inquietos que he conocido se denominan "ciudadanos del mundo"
y rechazan sentirse demasiado de aquí o demasiado de allá y renuncian parcialmente a lo que se consedera arraigo -tradicionalmente hablando- en pos
del privilegio de sentirse en casa en cualquier sitio donde
encuentren algo de felicidad.
No
confundas patria con nacionalidad, Uve. No es lo mismo. La
nacionalidad te la da el azar de nacer en un sitio o en otro, pero en
los tiempos que vivimos, demasiadas veces viene amarrada con
fronteras, con vayas o muros, con recelos y miedo a lo diferente, con
egos irracionales y cerrazón. Rechaza esa patria. Quédate con la
patria de tus vivencias, de tus valores y de tu gente, con la que muchas veces compartirás nacionalidad
y otras tantas, no. Escoje la la patria de la tolerancia, la de
los brazos abiertos y la solidaridad. No escuches a quienes te
reclaman para besar banderas y meter un papel en una urna cada cuatro
años para después devolverte a cambio tijeretazos en las cosas que
más necesitas y mereces por dignidad humana. Esos peligrosos patriotas que gestionan lo de todos
haciendo apología de la "patria", pero que solo buscan su
propio beneficio, no te van a enseñar nada interesante sobre la
profundidad del término.
Me gusta mucho reflexionar sobre esa idea de la patria infancia. Es nuestra
etapa de construcción y de máximo desarrollo concentrado en menor
tiempo. Es ese momento en que observamos el mundo sin filtros y sin
tapujos, y nos relacionamos sin prejuicios. La infancia es libertad,
es mirada limpia, es mente abierta. Si la infancia fue feliz, no hay
una patria mejor a la que volver a refugiarnos cuando suenan truenos
o tambores de guerra en nuestra vida adulta. No es que podamos volver
en plan máquina del tiempo, pero sí podemos mirar la película que
grabamos en nuestra mente en aquellos años, para reconocernos de
nuevo, para saber cómo era aquella niña y cuánto puede decirnos
sobre la persona adulta que ahora somos (que tú algún día serás)
y que muchas veces no entendemos. La infancia son nuestros pilares,
los cimientos de todo lo demás, el ancla con la que permanecemos en
todos nuestros diferentes puertos. Nunca la pierdas de vista. Es tu
pertenencia máxima y cuando pase -que pasa muy rápido- nadie te la
podrá arrebatar.
Marca
tanto esta etapa, si es feliz, si es traumática, si es dramática o
si es idílica, que muchas veces me asaltan toneladas de dudas sobre
qué tipo de cimientos estaré construyendo para ti. Lástima que
esta patria solo se pueda defender y entender cuando ya se ha
transitado, cuando se la observa en la distancia. Tendré que esperar
algunos años para ver de qué forma te afectarán estos años. De
alguna manera tu infancia será también mi patria, mi pertenencia,
mi arraigo al mundo. Porque me muestras cada día cómo volver a mirar
con ojos de niña, porque me enseñas tantas cosas o más de las que
te enseño yo a ti, porque contigo ha vuelto la sorpresa, algo de
inocencia y mucha curiosidad a mi vida. Por eso cuidaré tu patria
hasta que la hagas tuya, con la esperanza de que el día de mañana
entiendas que no hay más bandera que la libertad, ni mejor himno que
la tolerancia. Todo lo demás, es un mundo inmenso donde las
fronteras las pusimos nosotros (los seres humanos), las razas las
describimos nosotros remarcando las diferencias sobre las
infinitas similitudes, la riqueza material la distribuimos nosotros. Y en nuestra locura colectiva
creamos con ello demasiadas patrias ficticias.
No
las hagas tuyas. Sé ciudadana del mundo y de tu infancia.
Reinventa, retoca y define tu propio sentido de la patria. Y no
pierdas de vista al hacerlo estos primeros años de tu vida, tan decisivos. Recuerda: son tus
cimientos. Tu construcción. Tu verdad.
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