A veces te miro y me pregunto cómo conseguiré explicarte, el
día que toque, la mierda de mundo a la que te he traído. Quizás pienses que,
para esto, mejor estabas en ese limbo de lo inmaterial, en el mundo de las
ideas de Platón, en la energía cósmica en abstracto que no se preocupa de la
estupidez humana. Puede que no sea capaz de hacer que entiendas por qué te necesitaba, ni por qué os necesitamos.
Porque quizás no comprendas que las responsabilidades de nuestros actos, los de
mi generación y las anteriores, han decaer irremediablemente sobre tus hombros
y lo de los que llegan ahora, contigo. Así son las cosas, ya lo decía -anteayer- Publio
Terencio: “nada de lo humano me es ajeno”. Tienes que entenderlo. Tú eres la
suma de las virtudes y los defectos, de las miserias y de las glorias de una
especie, la humana, y de una civilización, la déspota e insaciablemente
avariciosa Occidente. Esa es tu impronta y marca el inicio del camino que has
comenzado a andar. No obstante, nada está marcado. Podrás buscar tus atajos o
tus rodeos, tus vueltas, tus piedras, tus charcos y toda la orografía de tu
vida a cada paso que des. Hazlo con conciencia, sabiendo quién eres y
sobretodo, de dónde vienes. Solo así encontrarás algo parecido a respuestas que
inevitablemente te llevarán a otras preguntas.
Si solo fuese capaz de dejarte claro que eres una hija del
pueblo, con todo lo que ello implica, ya podría morirme tranquila. Si lograse
que amases la idea de la libertad tanto como yo lo hago, que luchases por ella
contra viento y marea, con más pasión y con más ganas de las que yo le puse,
que defendieses la propia y la ajena con igual intensidad. Si pudiese hacerte
inmune al desencanto, a la flaqueza, a la frustración. Ciertamente, no puedo
controlar en tu vida tanto como me gustaría para apuntalar tu no solo tu felicidad,
sino tu paso por esta vida dando lo mejor de ti misma. Supongo que es parte del
juego, que no estoy para construir tu vida, que eso lo harás tú. Espero que
para poder hacerlo quieras consultar las experiencias que guardo para ti, los
libros que te invitaré a leer, las películas que contigo querré comentar, las
conversaciones que habremos de tener y los lugares que juntas podríamos visitar.
Que con todo ello hagas en tu cabeza un puzzle que puedas unir con el resto de
tus vivencias, de lo mejor que te de cada una de las personas importantes que
pasen por tu vida. Si eliges el camino que te invito a recorrer, no verás una
imagen clara en ese puzzle hasta que vaya muy avanzado, pero al final verás que
en efecto, era una imagen tan hermosa que mereció la pena elaborarla con mimo.
Te invito a que recorras el camino del librepensamiento, del
estudio, de la crítica constante, de la observación aguda y de los ojos
cansados de mirar, los oídos desgastados de oír, las yemas de los dedos encalladas
de tocar y de sentir. Te aseguro que no es el camino más fácil, de hecho es a
ratos incómodo, muchas veces cansado y a menudo cuesta arriba, pero sin duda
merecerá la pena. ¿Por qué crees si no que tantos y tantas lo anduvieron
anteriormente? ¿Por qué si no tantas personas entregaron su vida por no caminar
la senda del conformismo o de la doblegación?
Es emocionante mirar tu sonrisa, ajena a todo lo que te está
esperando, pensar que tienes toda la vida por delante. Tenéis trabajo, porque
os hemos dejado el mundo hecho unos zorros. No os lo merecíais, pero confiamos
en vosotros para cambiar el rumbo de nuestra locura. ¿Te das cuenta? Sois la
esperanza, los ladrillos que construirán un mundo, un país nuevo. Quizás,
ojalá, un espacio donde todos quepan, donde las mujeres seáis por fin libres e
iguales, donde la naturaleza sea respetada y la política sea una vocación de
servicio y no un negocio, donde ningún vividor cobre sueldos obscenos y nadie
se vaya al colegio sin desayunar. Hay
tanto por hacer que suena abrumador, ¿verdad? No te preocupes. No estarás sola.
A tu espalda estaremos los que luchamos antes, que te acompañaremos mientras nos queden fuerzas, y junto a ti las nuevas filas de
los hijos del pueblo, de las trabajadoras y trabajadores que dignifican cada
día la naturaleza humana dando a los demás lo mejor de sí mismos. No te dejes
engañar. Hay más gente buena que gente mala, aunque estos últimos hagan mucho
ruido. Confecciona un corazón revolucionario y no estarás sola, porque estarás
unida a los millones de corazones que han latido por la justicia y la libertad,
y eso es lo más grande que podrá pasarte.
Lucha. Mereces –merecéis- un mundo nuevo. Un viejo soñador describió
hace algún tiempo la más hermosa cualidad de un revolucionario, que es ser
capaz de sentir la injusticia cometida contra cualquier persona en cualquier
parte del mundo. Hazla tuya. Vive con el corazón. Date sin medida a las causas
más justas. Cuando estés al final de tus días y yo ya no esté contigo, espero
que me recuerdes dándote la brasa con temas como el feminismo, el ecologismo, la
lucha de clases, la memoria histórica, la justicia, la igualdad, la
fraternidad, y de pronto observes tu propia trayectoria, mires atrás y pienses “Tenía
razón, la pesada esta. Mereció la pena”.
Mamá ;)