En memoria de Patricia Heras,
y en homenaje a todas las víctimas del 4F
Hace algunos meses caminaba yo por
Asturias con una de estar buenas personas con las que te tropiezas de
vez en cuando por la vida sin darte ni cuenta. Compartíamos
conversación sobre lo divino y lo humano -como buenos peregrinos-,
realmente no recuerdo de qué hablábamos exactamente para que la
charla fuese a parar a un misterioso documental sobre unos aún
más misteriosos hechos acaecidos en Barcelona no muchos años atrás.
Mi compañero no recordaba el título y por lo visto había sido una
película silenciada hasta decir basta así que lo normal era estar
como yo, sin haber oído ni media palabra sobre Ciutat Morta. Como
todas las historias truculentas, esta me sedujo ya con pocos datos,
me provocó tremenda curiosidad, pero poco podía investigar sin
saber ni el nombre. Pasaron los meses y un día facebook se llenó
de referencias a ese documental porque había sido emitido previa
censura en TV3. Supe que era aquel del que hablábamos por los
caminos asturianos, no tuve duda.
Pasé varios días bebiéndome toda la
información que calló en mis manos sobre aquellos acontecimientos
del 4F. Devoré el blog de Patricia Heras, artículos, declaraciones
de Rodrigo Lanza, de su madre. Y por supuesto vi el documental. No
daba crédito. Puedo asegurar que es de las historias más
terroríficas a las que me he asomado últimamente. El pavor que me
provoca radica en lo real del asunto, la vulnerabilidad total del
ciudadano en manos de los perros del poder me pareció tan
escabrosamente cierta que me inundó la terrible sensación de
impotencia. En una democracia no cabria este navegar incierto entre
el azar de estar en el sitio "erróneo" en determinado mal
momento, y la mala intención de las instituciones acorralando a
ciudadanos inocentes, maltratados, torturados, ninguneados y
vulnerados en hasta el último de sus derechos más básicos.
A grandes rasgos, el 4 de febrero de
2006 un agente de la Guardia Urbana de Barcelona resultó herido de
gravedad en el desalojo de una fiesta que se celebraba en un edificio
okupado (de tiempo atrás) que era entonces propiedad del
Ayuntamiento de Barcelona. Las evidencias científicas confirmadas
por varios peritos apuntan a que la lesión debió ser causada por
un objeto contundente caído desde arriba (probablemente desde un
balcón). Sin embargo, se detuvo a varias personas a pie de calle y
se les acusó de haber lanzado una piedra a la cabeza del agente que
quedó en coma. No solo esto. Cuando se llevó a los detenidos al Hospital del Mar a curar heridas de torturas, se detuvo a otras dos
personas que estaban allí y que tenían cierta estética que pareció
cuadrar con el relato de los hechos que estaban inventando. En este
caso un peinado llamativo bastó para desgraciar la vida de dos
personas, una de ellas al cabo de los años y ya condenada a pena de
cárcel, no podría soportar la presión de todo lo vivido y
decidiría terminar con su vida. Todo ello para tener reservar de
chivos expiatorios, porque al fin y al cabo, si no lograban acusar y
condenar a alguien como autor del homicidio (en su momento se creía
que el agente moriría, fianlmente quedó en estado vegetativo), el
responsable subsidiario sería el dueño del edificio. ¡Bingo! El
Ayuntamiento de Barcelona, con Joan Clos al frente en aquel momento,
un hombre que cambió su versión de los hechos para adaptarlas a las
necesidades de la nueva acusación, y que luego -como detalle- fue
nombrado ministro en un gobierno de Zapatero.
Y no, no voy a contar la historia al
completo, porque no lo voy a hacer mejor que Xavier Artigas y Xapo
Ortega, solo diré que he sentido vergüenza, miedo y una profunda
rabia por lo que le hiceron a esos chicos la policía, la jueza, el
Ayuntamiento de Barcelona. No pestañearon al criminalizarlos por su
estética, al pasarse por el forro opiniones científicas que
avalaban su inocencia, al torturarlos y permitir que los torturasen
mirando hacia otro lado, para que una institución "respetable" no
saliera salpicada de su propia mierda. Y si, me he posicionado
abiertamente y me he tragado todo lo que decía el documental,
llamadme ilusa, pero es que es tan obvio el dolor, es tan obvia la
injusticia que la única objetividad está del lado de esa gente, de
los que defendieron y defienden su inocencia, de cuyas vidas fueron
malogradas por una pandilla de desalmados.
Ojalá en algún momento encuentren
algo parecido a la justicia, ya que después de todo lo vivido no
creo que se pueda hacer justicia total. El propio Rodrigo Lanza
afirma que el no cree en la justicia y no le culpo. Para él, para
ellos, no hubo ninguna. Ni siquiera la solidaridad de un pueblo
desinformado, ni siquiera la denuncia de solo una persona que dentro
de esa amalgama de piezas que componen un proceso de esas
características hubiera levantado la voz para decir que algo no iba
bien. Nadie. Ahora que empieza a conocerse, parece que son más las
voces que se alzan para denunciar esta demencia, que lamentablemente
no es un caso aislado. Señoras y señores, en España se tortura, se
miente desde las más altas instituciones, se encarcela a la gente
por montajes policiales y judiciales, se juega alegremente con la
vida y la felicidad de los inocentes.
Esta pasando aquí y ahora.
Despertemos.
Alba Sánchez.
Nos venden una España diferente o lo que seamos ahora que esa es otra.
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