Algo
se mueve en Europa. Desde hace meses la Comisión Europea negocia con
el Departamento de Comercio Estadounidense la conocida como
Asociación
Trasatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI o TTIP, por sus
siglas en inglés).
Este acuerdo no se aprobará antes de 2016, y sus negociaciones están
siendo orquestadas desde el viejo continente por Karel Gucht, el
comisario europeo de comercio, que está siendo investigado en la
actualidad por defraudar presuntamente 900.000 euros. Estados Unidos
ha puesto al frente a Michael Froman, definido por el diario Nueva
Tribuna como un “tiburón neoliberal asesor de las cumbres del G8 y
G20”.
Este
tratado no es muy conocido por la opinión pública y no está siendo
sometido a debate parlamentario ya que la
Comisión Europea, aunque es un órgano no electo,
sorprendentemente tiene capacidad para emitir leyes (casi ná). Esta
misma Comisión define el tratado en su página web como un sistema
para “eliminar las barreras comerciales entre los Estados Unidos y
la Unión Europea […] y simplificar la compraventa de bienes y
servicios entre estos dos espacios. Eliminar esas barreras supondrá
crecimiento económico, creación de empleos, y una disminución de
los precios”. Presentan
cálculos que hablan de un beneficio de 119.000 millones de euros al
año para la Unión Europea, y 95.000 millones de dólares para la
economía estadounidense. Esta es la versión oficial, parece hasta
bonita, por eso sorprende que no hayan intentado venderla con más
ahínco, y que hayan optado por el secretismo y los acuerdos de
despacho que dejan a la ciudadanía absolutamente de lado.
Por
su parte, la
Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por
la Acción Ciudadana
(ATTAC)
no lo ve todo tan ventajoso. Aseguran que este Tratado traerá una
agudización del proceso de liberalizaciones y privatizaciones que ya
se ha iniciado en Europa con las políticas de ajuste estructural.
Según la organización, las consecuencias de este tipo de procesos
“se han traducido en recortes, despidos, pérdida de derechos y de
calidad de los servicios, al poner la rentabilidad económica por
encima de todo lo demás”, y en
el futuro auguran “el aumento del paro y de la precariedad de la
población y de la carga para las clases con menos ingresos,
especialmente para las mujeres,
que suelen ser las encargadas de cubrir los cuidados básicos cuando
el Estado se desentiende de ellos”.
Las
principales claves del tratado trasatlántico se pueden sintetizar en
los siguientes puntos:
-Limitar
la soberanía gubernamental para facilitar el acceso de las demandas
de empresas contra políticas que afecten a sus intereses. Se les
otorgarán amplias facultades para impugnar nuevas leyes.
-Abrir
los mercados de sectores clave de los países europeos: energía,
patentes, sanidad pública o soberanía alimentaria, entre otros.
-Eliminar
restricciones en transacciones financieras y en la comercialización
de productos financieros derivados.
Diagonal
va un paso más allá en su explicaciones y señala las consecuencias
concretas que el tratado puede tener en materias tan importantes como
la sanidad pública: “Estas negociaciones incluirían un
capítulo sobre inversiones, con el que
empresas farmacéuticas y de servicios hospitalarios podrían
impugnar legalmente las políticas públicas de salud
[…] Aparte de que la UE ensaya vender los servicios de salud
pública a los inversores transnacionales, con el pacto comercial se
pretende profundizar en los Derechos de Propiedad Intelectual que
debilitaría el acceso de pacientes –especialmente de enfermedades
crónicas- a medicinas genéricas”. Entre las pocas explicaciones
que la propia Comisión Europea ha dado sobre este proyecto, se ha
dejado claro que lo importante es “la barrera comercial más
importante no son los aranceles […] sino los obstáculos detrás de
las fronteras, tales como las diferentes normas ambientales y de
seguridad […] el objetivo de este pacto comercial es reducir costes
y retrasos innecesarios para las corporaciones”.
Para
reducir estos “costes y retrasos”, se señalan como posibles medidas:
-Eliminar
o condicionar normas y marcos legales europeos y nacionales que
obligan a la transparencia de ensayos clínicos de los laboratorios
farmacéuticos.
-Reducir
regulaciones ambientales y alimentarias que garantizan calidad y
seguridad a usuarios y consumidores (las europeas son mucho más
estrictas que las norteamericanas.
-Incrementar
los derechos de propiedad intelectual de las empresas farmacéuticas.
-Proteger
la inversión de las empresas sanitarias en los sistemas sanitarios.
La
Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión no va a
someterse a la soberanía popular democrática.
Ningún ciudadano europeo la podrá votar, y el Parlamento no se hará
cargo de ella, ya que está en otras manos. La
herramienta que queda para hacer oír la voz de los detractores son
sus propias plataformas, que llenan la red de argumentos en contra a
este acuerdo. Sin embargo, lo cierto es que la desinformación
ciudadana respecto a este tema es grande, y el silencio institucional
intenso. El TTIP es una especie de "fiesta del capitalismo" en su fase más avanzada, donde los tintes imperialistas de las políticas económicas que llegan desde Estados Unidos son tan obvios como inaceptables.
¿Cómo puede afectarnos este tratado?
-Los pequeños negocios no podrán competir en precios con las grandes multinacionales, las grandes vencedoras de esta contienda. Muchas tiendas de barrio echarán el cierre.
-Entrarán en Europa productos que no garantizarán la seguridad alimentaria y sanitaria según los cánones que tenemos actualmente: más productos transgénicos, carnes hormonadas, cosmética con químicos que en Estados Unidos no están prohibidos pero en Europa sí, son solo algunos ejemplos.
-Los derechos de las grandes empresas multinacionales estarán por encima de los derechos ciudadanos, y los Estados perderán capacidad de control sobre éstas.
-Perderíamos derechos laborales (si es que aún nos quedase alguno), ya que Estados Unidos solo ha suscrito dos de los ocho convenios fundamentales de la OIT.
-Privatización de los servicios públicos: sanidad, educación, justicia.
-Se eliminarían numerosas normas de control medioambiental por el mero hecho de que los productos estadounidenses no las cumplen, ni tienen por qué hacerlo en su territorio, como por ejemplo la limitaciónd e emisiones de CO2.
Y lo peor de todo, es que todo esto que he escrito, recopilando de diarios, de prensa, de analistas de aquí y de allá, no es finalmente más que un cúmulo de elucubraciones que intentan arrojar luz sobre este asunto, pero lo cierto es que la mayoría de las informaciones a las que los ciudadanos hemos tenido acceso son fruto de filtraciones y de la buena memoria de algunos eurodiputados que están en contra de este secuestro de la democracia (una vez más hay que decir que aún quedan justos en Gomorra). Lo cierto es que puede haber muchos más datos que ignoramos, y que vayan a condicionar aún más nuestras vidas. Por lo pronto, con lo que sabemos, hay suficiente material para rechazar este acuerdo de despacho que burla cualquier norma mínima del juego democrático. La política de la UE se ríe en nuestra cara, nos vende democracia en píldoras autoritarias, que tienes que tragarte si o si. Negocian a nuestras espaldas asuntos de interés general y que condicionan muy mucho nuestras vidas. Nos echan encima nuevas medidas económicas represivas además de habernos recortado ya todo lo recortable en materia de bienestar social. El TTIP puede ser el golpe definitivo que termine de enterrar los escombros de lo que un día pareció una democracia. ¿Cuánto más estamos dispuestos a aguantar?
NO AL TTIP
Alba Sánchez
si eso llega,volveran las cadenas de la esclavitud que todos hemos visto en el cine.Claro que ya tenemos cadenas y muy pesadas por cierto.
ResponderEliminarYo me pregunto ¿aguantaremos con todo?¿de que tenemos miedo?vivir siempre arrodillado...