Pongámonos en situación. Alguien
llega a casa después de su jornada laboral. Es viernes y tiene por delante el
fin de semana para relajar los ánimos. Se quita los zapatos, quizás les da un
beso a sus hijas, se sienta en su sofá y pone alguna banalidad televisiva.
-¿Qué tal te ha ido el día?- Le
preguntará tu pareja acariciándole el pelo, mientras le acerca algo de beber-
¿Muy cansado?
Luego le contará qué tal ha ido
todo. Puede que se lo cuente sin dar importancia a determinadas cosas. O puede
que –si tiene un mínimo de humanidad- no pueda siquiera decir en voz alta lo que
ha hecho. Puede que prefiriese mentir a decirle a su familia sobre en qué consiste
su trabajo, o puede que piense que “no tiene elección”, y que realmente estaba obligado
a hacer lo que hace.
Puede que el trabajo del día haya
consistido en desahuciar a una mujer de ochenta y cinco años en el barrio de
Vallecas. Quizás nuestro hipotético
ciudadano sea agente de seguridad y condujera uno de los siete furgones
policiales desplazados hasta el barrio de Entrevías (uno de los más obreros y humildes
de todo Madrid). Incluso pudo ser uno de los que apartó a los activistas de la
PAH que se concentraban en la puerta de Carmen para evitar que la pusieran en
la calle, que la echasen de su casa de toda la vida sin contemplaciones. Quizás
esposó al detenido. O habló con la señora intentando hacerla “entrar en razón”
y que entendiese que así son las cosas en la España de Felipe VI, que tiene que
irse, y que él o ella solo hace su trabajo, pero que en el fondo le desea lo
mejor.
A veces me pregunto qué hay
debajo de esos uniformes, ¿máquinas? ¿Autómatas teledirigidos desde delegación
del gobierno? No sé si me parece más dramático que nuestro gobierno nos eche a
los leones con los bancos y apruebe que nos manden a la calle día sí y día
también, o el hecho de pensar que son nuestros conciudadanos los que ejecutan
la orden. Esos a los que pagamos con nuestros impuestos, cuyos sueldos también
han sido recortados, cuyas pagas extraordinarias también han sido erradicadas,
cuya educación también está siendo liquidada. Ellos que se supone que son como
nosotros, con sus hipotecas, sus cuentas y malabares para llegar a fin de mes,
con sus letras del coche, sus vacaciones en Matalascañas y su comida familiar
de los domingos. Ellos nos dan el tiro de gracia. Y yo me pregunto por qué lo
hacen.
Recuerdo el discurso de Charles Chaplin
en el Gran Dictador, tan conmovedor, tan vigente, cuando lanza un mensaje que
sería interesante transmitir a las fuerzas que malamente llamamos “de seguridad
del Estado”, pero que a la hora de la verdad nunca velan por nuestra seguridad.
Nos desahucian, nos golpean en las manifestaciones, nos controlan como si
realmente el pueblo fuera el enemigo, nos venden al poder una y otra vez para
no ahorrarnos ni una brizna de sufrimiento y de injusticia. ¿Dónde está el
criterio? ¿Dónde esa inteligencia que se nos presupone por el mero hecho de
nacer humanos? ¿Se puede ser humano sin humanidad?
Y decía Chaplin:
¡Soldados! No os sometáis a las bestias, hombres que os desprecian y
esclavizan, que en nada valoran vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer,
qué decir y qué sentir […] No os
entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y
corazones de máquina. Vosotros no sois máquinas, no sois ganado, sois Hombres.
Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que
no aman odian, los que no aman y los inhumanos.
El bombero Roberto Rivas demostró que la humanidad no se puede hipotecar por ningún puesto de trabajo ni por ningún sueldo. Él dijo “yo no lo hago” cuando le pusieron frente a la cadena que impedía que la policía pasara a desahuciar a Aurelia Rey, también de más de ochenta años. Utilizó la cabeza, el corazón y el sentido común. ¿Por qué no lo hacen todos? Saben esa frase que dice “¿qué pasaría si un día se declarara una guerra y no fuera nadie?” Pues trasladándola al drama de los desahucios: ¿qué pasaría si hubiera que ejecutar un desahucio y ni un solo policía, bombero o cerrajero quisiera participar? ¿Iría Cristina Cifuentes en persona a cambiar la cerradura? ¿Acudiría el dialogante Felipe VI a contarle a la octogenaria de turno que su piso ahora es del banco? ¿Sería quizás Mariano quien conectase en directo vía plasma con los niños de la casa para invitarle a salir de sus habitaciones?
Homo homini lupus, el hombre es
un lobo para el hombre. Qué razón llevaba Hobbes. No valen más justificaciones,
señores policías, señores bomberos, señores jueces, señores cerrajeros, señores
vecinos. No valen más excusas del tipo “es mi trabajo”, “no es mi problema”, “que
no se hubiese metido en aquel préstamo”, “yo sigo órdenes”. Los desahucios han
afectado ya a 400.000 familias en toda España, y van a seguir haciéndolo si
nosotros, el pueblo, no tomamos cartas en el asunto. ¿Estáis esperando una ley
hipotecaria justa? Muy bien, votad próximamente a quienes la propongan, pero sabed que en el
año que le queda al Partido Popular al frente del gobierno todavía da tiempo a
desahuciar a muchas personas, a muchas familias, a muchos niños y niñas.
El club de fútbol Rayo Vallecano va a pagar el alquier de Carmen, la señora desahuciada el pasado viernes en Entrevías. Ya hay medios de comunicación ladrando que lo hacen por una cuestión de imagen, y yo me río. Si fuese por imagen, haría mucho tiempo que habrían prohibido los tropecientos mensajes reivindicativos que copan las gradas en su estadio cada vez que hay un encuentro. Habrían impedido que sus seguidores hicieran campaña a favor de la libertad de Alfon, habrían castigado a quienes difundían reivindicaciones políticas en un partido de fútbol, pero no lo han hecho. El Rayito ha dado un paso más al frente que no es el primero en materia de solidaridad obrera y vecinal, y ha respondido con el gesto de ayudar a Carmen a la filosofía combativa que sus seguidores siempre han llevado como bandera. Si alguien quiere ver una estrategia mediática tras éste magnífico detalle, es porque le jode que el Madrid o el Barsa no tengan cojones a hacer lo mismo con sus tremendos ingresos, y las lecciones de solidaridad tengan que venir de un equipo de barrio. Desde luego este tipo de lecciones son mucho más interesantes que todas las que puedan dar los galácticos hiperforrados sobre técnica futbolística. Mis aplausos para ellos. Aquí y ahora me declaro seguidora del Rayo después de toda una vida pasando del fútbol.
Tenemos ya no el derecho sino la
obligación moral de detener esta barbarie. Muchos ciudadanos ya han dado un
paso al frente y han acudido a detener desahucios, se han negado a ejecutarlos, se han organizado y han sido
represaliados por ello, o han colaborado en ayudar
a los afectados, pero lamentablemente no es suficiente. Necesitamos conciencia,
solidaridad, humanidad capaz de sobrepasar el conformismo y el miedo. Señores y
señoras policías -de esos que echaron a Carmen, que pretendían echar a Aurelia,
o que han participado en tantísima represión y en tantísimo sufrimiento contra
sus conciudadanos-, cuándo sus hijos, sus familias, sus amigos, les preguntan
sobre su trabajo, ¿les cuentan toda la verdad? ¿O es que de verdad queríais ser, desde pequeñitos, perros del poder?
Alba Sánchez
Quizas poquito a poco nos vallamos comvenciendo de que esta lacra "entre otras" es cosa de todos.Quizas un dia no muy lejano el pueblo diga su última palabra,ya articula algunas,no perdamos la fe.
ResponderEliminarEsto está muy claro o luchamos nos esclavizaran aún más.Aunque no lo veamos ya nos han puesto cadenas.