Últimamente me vengo
encontrando con sorpendente frecuencia con lectores que -desde el cariño- me dicen que corte el
rollo. No me lo dicen así, aunque muchos son mis amigos y podrían,
pero el mensaje de fondo viene a ser: Alba, te enrollas como las
persianas y esos textos tuyos tan largos son indigestos para un buen
porcentaje de tus potenciales lectores. Creen que si fuera más
sintética me leería más gente, que a veces da pereza enfrentarse a
un texto cuando vez un párrafo detrás de otro y la cosa no termina
con un golpe de la rueda del ratón, o de dedo si vamos por lo
táctil. Me encantan las críticas constructivas, y me encanta que
las personas que me dicen esto, me demuestren a continuación que
ellos sí que se han leído la parrafada de turno, aunque ni siquiera todas sean buenas ni interesantes. Me gusta ver que tengo buenos lectores, la cantidad no me interesa tanto. Sin embargo se a lo que se refieren. Y después de darle un par de vueltas desde que me lo dicen unos y otros, observo
problemas de fondo a esta actitud de la que me hablan: el primer problema es que creo que
tienen razón; el segundo es esa perniciosa tendencia a la excesiva
simplificación a la que nos abocan las nuevas tecnologías; y por
último, el tipo de lectores en el que nos estamos convirtiendo.
Tienen razón,
lamentablemente, su interpretación es cierta. Existe una tendencia
hacia la pereza lectora que cada vez está más generalizada. No voy
a entrar en los componentes sociológicos que hacen que esto sea así
porque entraríamos en otra parrafada que a más de dos les parecería
infumable. Pero lo cierto es que hay muchos usuarios de internet que
ante un texto amplio o complejo, pasan. Se aburren, se acojonan, les
invade el tedio, qué se yo. El caso es que pasan la vista fugazmente por
titulares y ladillos, olisquean el texto a ver si hay alguna parte
que en concreto les interese, y si no es así, carpezato y a seguir
mirando el facebook de tu vecina del quinto. No obstante todavía
quedan justos en Gomorra y lectores algo más elevados que se
agradecen, aunque también es cierto que en el entorno digital se
pasa de ellos al darse prioridad a la simplificación. Y así nos va.
Como periodista y como
escritora, rechazo frontalmente esta imposición por el simplismo
excesivo que nos llega con asombrosa frecuencia de editores o
lectores. Tengo experiencias en varios trabajos que coincidían en el
punto de la sencillez: textos cortos, lenguaje simple, pocas
florituras, al grano. Yo siempre he pensado que porque un texto sea
amplio no quiere decir que no vaya "al grano", pero las
ideas complejas y elaboradas merecen, desde mi punto de vista, la
misma consideración al ser pasadas a texto. Que los textos de las
noticias de los mass media sean simples y cortos lo entiendo, ya que
su propia naturaleza de negocio les exige llegar a un público tan
amplio que ese criterio resulta válido. Eso no quiere decir que el
periodismo, la literatura, la filosofía deban redactarse del mismo
modo en todos sus contextos. Menos en un entorno tan plural como
internet. Creo que debemos dejar de confundir lo que es operativo
para vender muchos periódicos, de lo que es importante y sustancial,
y que por lo tanto merece pararse quizás más de diez minutos en la
lectura y el análisis.En este sentido los profesionales tenemos gran responsabilidad.
Todo esto no habría que
explicarlo si en general fuésemos otros tipo de lectores. Quizás si
simplemente tuviésemos un hábito lector generalizado. Ahora hablo
de los españoles en su conjunto, un pueblo que pasa bastante de la
lectura y que presume de lector porque se ha ventilado la saga
Crepúsculo en dos días, que muy bien, pero que no solo la
velocidad de lectura habla de un lector voraz, que finalmente puede serlo
realmente. O no. La calidad de la historia, su grado de elaboración,
el ideario que un libro lleva detrás, también dice mucho de quien
lo lee. Yo misma me leí El Código Da Vinci hace años y creo
que lo fulminé en días, pero a día de hoy no guardo un recuerdo
especialmente bueno de ese libro, ni siquiera lo recomendaría,
aunque en su momento me entretuvo. Por otra parte tenemos El
imperialismo, la fase superior del capitalismo, de
Lenin, que ocupa poco más de ciento cincuenta páginas en la edición
que yo manejo, y que la mayoría de los lectores de Crepúsculo
probablemente considerarían cuanto menos arduo, pese a ser la cuarta parte de las novelas del culebrón vampírico. La dimensión
de un texto no quiere decir nada sobre su calidad, es solo el lector,
con el esfuerzo de penetrar entre esas letras, frases y párrafos el
que tiene la última palabra, y siempre desde sus propio hábito
lector y su punto de vista. Pero lo de juzgar a los libros por la
cubierta se estila demasiado desde que internet nos
hizo presa de la sobreinformación, de la inmediatez, de los
contenidos que al segundo han caducado.
Estoy preparando una
entrevista con Willy Toledo. La realicé la semana pasada y esta la
estoy dedicando en ponerla a punto. El caso es que queda larga porque
lo cierto es que hay mucho que decir sobre los temas que abordamos.
Mi primera impresión al ver el bruto de texto que me quedaba fue
pensar "habría que dosificarla, quizás en dos partes, meter
más fotos para que no resulte demasiado texto". Estaba pensando
en algunos lectores, los de la pereza textual o literaria, a los que por cierto no conozco personalmente en lo que a mi blog se refiere. Aún así no quería asustarlos. De repente
tuve un ataque de lucidez y pensé en mí y en mi entrevistado: yo me
he currado una entrevista que considero interesante, y el
entrevistado se ha tomado la molestia de darme muchos y buenos
contenidos. ¿Recortar? Pues no señor, que para eso ya tenemos a
Rajoy ¿Dosificar? Pues tampoco, oiga. Quien quiera que lo lea,
quien quiera que lo olisquee, que lo comparta sin abrirlo porque les
gusta el titular y la foto, que hagan lo que quieran. Es para la
gente que se va a tomar la molestia de dedicarle un rato a leerla en
profundidad, para quienes se ha hecho esta entrevista. Serán pocos,
pero destacan por su validez.
Por eso me empeño en
reivindicar nuestro desarrollo como lectores, y a poner esa prioridad
por encima de toda la simplificación en la que nos envuelve un sistema
que -¡sorpresa!- no quiere que pensemos. Si no leemos, menos pensamos.
Y para mí ahí está la evidencia de tanto afán por la
simplificación. Señoras y señores, tengo una noticia: hay que leer
más, pero sobretodo, hay que leer mejor y ser más exigentes con uno
mismo. Solo así podemos llenarnos la cabeza de cosas realmente
interesantes. Si esto lo digo aquí es porque se que quien tiene la
suficiente paciencia para comerse mis parrafadas es porque es capaz
de leer cosas mucho más interesantes. No nos dejemos llevar por esa
vorágime de inmediatez que internet parece querer imponernos, ante
un buen análisis, una buena reflexión, no debe haber pereza. El
librepensamiento y la calidad de las lecturas con las que decidimos
implicarnos están bastante relacionados. Quizás así acabemos de
una vez con estos casos que todos conocemos de comunistas que no han
leído a Marx, o feministas que no saben quien es Simone de Beauvoir,
o qué se yo, anticapitalistas consumidores de apple. Todos tenemos nuestras
contradicciones -yo la primera- pero la lectura de calidad nos ayuda
a limarlas y es útil. Internet es una ventana abierta al mundo, con
sus cosas buenas y malas. En nuestras manos está aprovechar la
ventana para asomarnos al exterior y enterarnos de qué va el tema, o
utilizarla para saltar al vacío de superficialidad en un suicidio
intelectual que nos puede costar caro en términos políticos,
sociales y humanos.
Alba S.
qupena que muchos no cinozcan el placer de la lectura.A lo mejor hay culpables visto las infinitas reformas de educación en este pais que aún llamamos España.
ResponderEliminarQue pena que muchos no conzcan el placer de la lectura.A lo mejor hay culpables ,visto la cantidad de leyes de "educación"que han esixtido en esto que aún llamamos España.
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