No me molesta lo más mínimo salir a la calle una y otra vez,
una y otra vez. No creo que todo nuestro esfuerzo y nuestra lucha no sirvan
para nada, no creo que esté todo perdido, no creo en un futuro sin unidad
trabajadora, y si es hacia el que nos quieren llevar, no lo quiero. Por eso
lucho.
No voy a quedarme en casa el próximo miércoles, ni yo ni
muchas personas. Porque hay mucho por hacer y no va a hacerse solo. Porque no
hay excusas. Porque si el beneficio será para todos, el esfuerzo ha de
repartirse de igual manera.
Yo perderé un día de clase, otros un día de sueldo, a algunos
les caerá la reprimenda de turno o serán de alguna manera penalizados por
secundar la huelga, pero no tendremos miedo y aún así saldremos a las calles
todos unidos, y en las calles seremos uno: una conciencia, una voz, una misma
fuerza capaz de enfrentarse a los titanes económicos de los tiempos que corren –tan
inciertos-. Seremos uno en la lucha, y uno en la victoria.
Pero no solo en la calle y a la hora de las manifestaciones
ha de verse nuestra protesta: huelga general significa que todos los sectores y
todos los movimientos económicos de cualquier tipo están moralmente prohibidos
para los ciudadanos concienciados con la misma: no acudamos al médico salvo en
caso de urgencia, evitemos incluso utilizar el transporte público, no nos
tomemos el café en el bar de la esquina –debería estar cerrado-, no hagamos
operaciones bancarias ni siquiera por internet, seamos previsores en las
compras el día antes. Guardemos por un día la cartera, no la necesitaremos.
En la huelga general hemos de mirar al moderno Goliat frente
a frente y no desistir, no pensar que es un lanzamiento más de la honda de
David, sino pensar que es el definitivo: conciencia, esperanza, unidad, son las
claves para afrontar la jornada del miércoles y no desistir en la lucha que es
lenta pero da sus frutos y dará más cuanto más metódicos seamos en nuestra
forma de protestar.
Hace días murió una mujer en Barakaldo. Le han llamado suicida
en los medios oficialistas pero ha sido asesinada, y nosotros lo sabemos. Como
otros lo fueron antes. Asesinados impunemente por el Goliat del que os hablo,
el que pisa sin piedad, el que arrasa lo que para él no existe en tanto que no
da beneficios económicos: el gigante ciego del Gran Capital. Él es el asesino
que empujó a Amaia Egaña desde un cuarto piso, el mismo que apretó el gatillo
de Dimitris Christoulas en la Plaza Sintagma frente al Parlamento griego, el
que masacra la razón y sesga vidas enteras, y ante el fracaso del cual hemos de
honrar a nuestros muertos en el nuevo amanecer de la historia, donde la clase
obrera elija y gobierne su propio destino con Dignidad y Justicia Social.
Por las personas a las que esta crisis les ha costado la
vida, y por otros muchos motivos no me quedaré en casa el próximo miércoles: no
lo haré porque si lo hago, seré responsable y cómplice del desastre que puede
avecinarse en la brisa de la pasividad –aparentemente tan suave, tan
inofensiva, tan calma-, seré responsable de mi propia desgracia y de la de
todos, de un futuro patético para mis hijos y nietos que les condene a la
precariedad y a la miseria, a la ignorancia y al servilismo, y no lo quiero. Ni
para ellos, ni para mí, ni para nadie.
No os dejéis desalentar por esquiroles y sus cansinos y
desgastados argumentos sobre el derecho al trabajo. Vamos a salir a la calle
para defender el Derecho al Trabajo, pero con mayúsculas. Ellos defienden las
minúsculas de un día concreto, nosotros sacamos la cara por la dignidad de
todos los trabajadores, por que los muchos días laborables que vengan sean de
prosperidad y crecimiento real, por el futuro de todos, también por el de ellos.
Por eso mismo no oiré las absurdas palabras de quien no comprende lo evidente:
que él también está siendo perjudicado, y que también se verá beneficiado de lo
que se consiga mediante la huelga. Tomar parte por lo que se cree es de
valientes, y los valientes van a la huelga. Y el resto, que al menos respete la
valentía ajena si no tiene una propia.
Los motivos son de sobra conocidos y cada día hay más. No
podemos esperar ni un momento más para agarrar nuestro futuro, tirar de la
manta y romperla si fuese necesario.
Esperanza Aguirre, en un último patético intento de dar la
nota, ha dicho que las huelgas generales deberían estar prohibidas. Ya le
gustaría a ella que fuésemos los borregos con los que sueña pero nada de eso:
somos un Pueblo que sabe lo que quiere y que está preparado para tomar las
riendas de su destino: sin tasas, sin exilios forzados, sin fugas de cerebros y
sin precariedad. Y por supuesto sin ellos, los Goliats que derribaremos tarde o
temprano. Torres más altas han caído.
COMPAÑEROS: ÁNIMO, ESPERANZA, Y A LA HUELGA GENERAL
Alba Sánchez
He acabado de leer el comentario y la verdad que me hace pensar en mi postura hacia la huelga. Nada más lejos de mí que seguirles en esta locura y sinrazón al gran capital que MATA sin pegar tiros.
ResponderEliminarPero no veo claro que esta huelga la organize quién come en su pesebre.Luego se apuntaran el tanto y a seguir cobrando subvenciones,liberados etc,etc.
Los trabajadores estamos al borde del precipicio,no hemos caido y no debemos hacerlo aunque vemos que quizás muchos de nuestra clase ya han empezado a caer.Estoy convencido que hay que hacer algo más que huelga.No lo sé pero ellos ya lo saben y estan preparados.